
En este año 2010, los argentinos celebramos los 200 años de la revolución de Mayo. Para apreciar mejor la fuerza simbólica de la fecha habría que recordar antecedentes cercanos, como el 1976 estadounidense o el 1989 francés; y el más lejano en el almanaque pero más íntimo y caro en su significación en la historia nacional, que es el 1910 criollo, cuando la Argentina se transformaba aceleradamente a sí misma conmemorando los primeros 100 años de la Revolución.
El clima político del Centenario, en 1910, era bien distinto del actual. No hay dudas de que no era aquella una sociedad maravillosa: las duras imposiciones sociales de un capitalismo en formación, se reforzaban por el carácter excluyente del régimen político oligárquico. A lo largo de la primera década del siglo XX, la conflictividad social fue adquiriendo rasgos cada vez más severos, con una política estatal fuertemente represiva, lo que explica que las fiestas de mayo se hicieran con la vigencia del estado de sitio. Sin embargo, los argentinos de entonces podían participar razonablemente de una creencia colectiva en un destino nacional de grandeza, existiendo fundadas razones para pensar que sus hijos gozarían de una situación económica, social y cultura mejor que la de ellos.
Esas dos caras de la Argentina del Centenario permiten observar claramente las diferencias con el presente: hoy es muy difícil sostener esa creencia colectiva en un futuro mejor, luego de décadas cargadas de dificultades económicas, sociales y políticas. Por otra parte, luego de 26 años de institucionalidad democrática, las formas de ejercicio de la dominación política se han alejado de aquel rostro represivo.
Así, la Argentina de hoy es, para bien y para mal, muy diferente a la de 1910; y una de las principales diferencias es que en 1910 existía un proyecto de nación, discutible sin dudas, pero existía.
El Bicentenario es una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestro país en el espejo de su historia y de las condiciones contemporáneas que lo definen como sociedad. Una oportunidad par activar ciertas preguntas capaces de interpelar a nuestra sociedad. Preguntas por la historia y por la actualidad, por la democracia que tenemos, por la sociedad que conformamos, por las representaciones simbólicas que definen el sentido de nuestra nación. Y también por la experiencia que estamos viviendo y los horizontes a construir, estableciendo un diálogo entre pasado, presente y futuro.
Es un año oportuno para convocar a la ciudadanía con el fin de aportar a la construcción de un nuevo proyecto de nación, en la cual nuestra Córdoba ocupe el lugar que se ganò mas por su historia que por su presente. Sabemos que la Argentina atraviesa una situación compleja y estamos convencidos que sólo podremos encontrar una salida al laberinto de la política actual, si primero construimos un proyecto de largo alcance.
Sólo con ciudadanos activos podremos construir una nación integrada social, económica y culturalmente. Si, como sostiene una de las definiciones más clásicas, la nación no es una esencia intemporal sino un acuerdo permanentemente renovado entre quienes quieren vivir juntos, si la nación es un plebiscito cotidiano, la calidad de la ciudadanía resulta esencial para la construcción de una nación democrática.
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