Editorial: Odiosas comparaciones y recetas que no funcionan

Lo que pasa en Grecia, ¿es igual a lo que pasó en el país en 2001?

Si de algo podemos ufanarnos los argentinos es de nuestra capacidad de adaptación. No podría explicarse, de otro modo, el que hace nueve años estuviésemos bailando sobre un Titanic que se hundía y que hoy ese recuerdo -aunque doloroso- también sea parte del pasado.
Nos hemos recuperado, una parte del país se volvió a encender, y algunos sectores insuflaron los recursos que eran necesarios para dar respuesta a un creciente desempleo y pobreza.
¿Es suficiente? Por supuesto que no es suficiente. Siguen habiendo numerosas deudas internas que hay que saldar y para las que hace falta una programación de mediano y largo plazo.
Lo que sí sabe nuestro país es que las recetas impuestas desde afuera no dieron resultado y que a veces hay que tomar resoluciones en contra de lo que dictaminan y opinan los países más poderosos. Eso no equivale a la soberanía pero se le parece un poquito.
Hay que gestar, definitivamente, un país con amor propio, un país del que se puede decir que está de pie, pese a la gran cantidad de gobiernos corruptos, ineficientes, y serviles que tuvo.
Nadie olvide que el recetario foráneo comenzó a aplicarse desde el gobierno de los militares y que se profundizó durante los ´90 cuando se vendía al neoliberalismo como la gran panacea.
Nadie olvide que Argentina desperdició 60 años de posibilidades de crecimiento y que, durante ese mismo período, Japón se convirtió en una de las cinco potencias mundiales.
Nadie se olvide que Argentina produce alimentos para 330 millones de personas y que, sin embargo, seis millones de sus habitantes casi no tienen que comer y una cifra similar come poco y salteado.
Nadie olvide que hubo y habrá argentinos de los cuales sentirnos orgullosos por sus logros en el campo de la ciencia, de la salud, y de las letras, por mencionar solo algunos.
Hay que tener memoria para poder proyectar, para anclar el país que necesitamos en la parte del espejo que no nos gusta.
Definitivamente, no. Lo que pasa en Grecia no se parece en nada a la película que vimos ni a la que vamos a filmar.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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