
Como integrantes de uno de los partidos políticos que viene impulsando este proyecto desde hace varios años, en conjunto con cientos de organizaciones de la sociedad civil, queremos compartir algunas ideas sobre este paso que consideramos importante para nuestra sociedad, y que implica un cambio cultural que, seguramente, llevará muchos años.
A lo largo de la historia, las personas homosexuales, bisexuales y transexuales han sido segregadas, apartadas, estigmatizadas, torturadas, privadas de su libertad -y muchas veces condenadas a muerte- por su orientación sexual. Y en muchos países lo siguen siendo. Ante esta realidad son los principios de libertad e igualdad los que han guiado durante todos estos años el camino hacia el reconocimiento de la plena dignidad de todos los varones y mujeres. Dignidad que conlleva, por imperativo constitucional, ser plenos y plenas en derechos y deberes.
Esta lucha por la igualdad formal y material no es distinta, en fundamentos y finalidad, a la que emprendieron, en su momento, las mujeres u otros grupos históricamente discriminados. También a ellas y a ellos se les negaban casi todos los derechos, incluida la posibilidad de contraer matrimonio en plenitud e igualdad, y, en algunos aspectos, en los hechos se los consideraba incapaces o se les negaba, incluso, el reconocimiento como personas.
La aprobación por parte de la Cámara de Diputados de la Nación de una ley que modifica el Código Civil para permitir que todas las personas puedan acceder al matrimonio, sin discriminación por su orientación sexual, muestra –desde nuestro punto de vista- un gran avance de la sociedad argentina a favor de la igualdad, en el camino hacia una convivencia basada en la tolerancia y el respeto a las diferencias.
Esta iniciativa – y otras que van en el mismo sentido- asume que hay leyes que actualmente son barreras que implican una desigualdad para el ejercicio de los derechos; en este caso, se trata de una institución crucial y característica de nuestro orden de convivencia que no ampara, sin embargo, la posibilidad de tratar por igual a individuos de distinta orientación sexual, y sin embargo el Estado está obligado a no distinguir por su orientación sexual a las personas en el ejercicio de sus derechos.
El proyecto de reforma promueve el reconocimiento, de derechos protegidos constitucionalmente y de realidades que, instituidas sobre los principios que sustentan esos derechos, son parte de nuestra sociedad que hoy nadie puede negar.
Sostenemos algo tan básico como que todas las personas somos capaces de brindar el mismo amor, y deben reconocerse los mismos derechos, con los mismos nombres.
Esta ley, por supuesto, no afecta las normas de otra índole que tienen que ver con las distintas religiones. Simplemente porque cada persona tiene el derecho de elegir la religión que desee, y ninguna ley civil puede limitar su vida espiritual.
Se trata de apoyar un derecho fundamental que hoy es negado a las parejas del mismo sexo en contradicción con nuestra Constitución y los Tratados Internacionales, pero sobre todo de apoyar un cambio cultural que implica pensarnos a todas las personas como iguales en nuestra dignidad y en nuestros derechos humanos fundamentales.
Este cambio es, en definitiva, el que se encuentra en el fondo de esta discusión y desde nuestras convicciones creemos que mientras más avance la tolerancia, la igualdad y el respeto por las diferencias, estaremos más cerca de una sociedad en donde todos y todas podamos vivir felices, conviviendo de una manera mucho más humana que la que hoy nos toca.
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