Editorial: Instituciones fuertes, acuerdos comunitarios, y políticos honestos

Parece mucho, pero es el deseo de la mayoría de los argentinos cuando les preguntan cómo saldremos de este estado de crisis.

¿Futuro?. Hay futuro, siempre. El tema es qué tipo de futuro queremos los argentinos cuando hemos dado vuelta una página importante de nuestra historia. Festejar el número redondito, 200 años, fue muy halagador para un número importante de conciudadanos. Porque los actos oficiales estuvieron plagados de imágenes imborrables y de espectáculos acordes al acontecimiento.
Pero en el día después, poco ha cambiado. Se repite el diálogo de sordos entre oficialismo y oposición, parece imposible arribar a un núcleo de acuerdos básicos, y gran parte de la clase dirigente argentina está sospechada de corrupción. Gremialistas, empresarios, y funcionarios corruptos. Y da la impresión de que con semejante combo no se puede. O va a ser muy difícil.
Pero no es (temeraria afirmación) la corrupción el peor de los males sino la falta de previsión de aspectos claves para el estado de bienestar que habría que propiciar entre los vecinos. Todo se vive en el cortísimo plazo y las respuestas de los gobernantes se formulan leyendo los diarios antes que pensando en el futuro.
Nuevamente, se trata de establecer acuerdos que me permitan dialogar con el que piensa distinto sin que eso lo transforme en enemigo. Se trata de ser tolerante con el que piensa distinto, con el que tiene otra perspectiva, otra mirada, y otras prioridades cuando piensa en lo que hay que hacer para ordenar la patria.
Han sido estos días de reflexiones agudas por parte de notables pensadores y han sido días de comunes denominadores. La política argentina está más cerca del hastío generalizado que de la seducción y el compromiso ciudadano. Habrá que acostumbrarse a pensar que no habrá nueva política sino se logra desterrar lo que no sirve, lo que estorba, lo que atrasa, lo que demora.
Y es que hay un número importante de apiolados que se han instalado en lugares claves del gobierno como si fueran un carcoma, difícil de extirpar, difícil de arrancar. No tienen grandes cargos pero se las arreglan para estar, esté quien esté al frente. Son la burocracia buena para nada.
Y también están los que quieren perpetuarse, los que ven un negocio donde debiera haber un servicio, los que roban y nos hacen creer que son un gobierno “progre” y de ultra izquierda. Son dos clases de argentinos que hay que combatir.
Hemos sobrevivido a gobiernos asesinos, a gobiernos ladrones, a gobiernos inútiles, a gobiernos donde nada pasa. Pero ya está bien con la capacidad de supervivencia. Es hora de enfrentar los retos que tenemos con país, como comunidad, como ciudadanos. Para volver a tener confianza en que otro país es posible. Para entregar una tierra con más oportunidades y esperanza para nuestros hijos.
Es hora de exigir instituciones fuertes con dirigentes íntegros, acuerdos de metas y objetivos de la clase dirigente argentina, y hace falta cometer varios sincericidios y declararnos moderadamente honestos pero en camino de superarnos.
Para que los próximos 200 años no dejen a otros argentinos con el gustito amargo en la boca. Para que realmente haya razones para celebrar que somos una patria diferente.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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