Editorial: ¿Qué más se puede hacer en esta tierra incendiada sino cantar?

La situación que le tocó vivir a un amigo disparó una serie de reflexiones sobre nuestras expectativas y sobre la realidad.

El correo electrónico que envía un amigo es categórico en cuanto a fastidio: volvía de Córdoba, le tocó esperar una hora y media en cortes de ruta. En uno de esos cortes, quemaban cubiertas usadas de vehículos (gran contaminación al ambiente con dioxinas y furanos, productos con comprobados efectos cancerígenos y mutagénicos). Además, fue espectador en el centro de la ciudad de como rompían un vidrio a un auto. El autor material del daño: un pibe de no más de 15 años.
En su casa, prendió la tele y noticia tras noticias descubrió que eso que le ocurrió a él también lo padecen miles de argentinos a diario mientras trabajan, mientras tratan de llegar a fin de mes pagando sueldos y aportes. ¿Para qué?, se preguntó en medio de la furia y se preguntó a cuántos de los argentinos nos garantizan el cumplimiento de nuestros derechos humanos.
Entonces, se quejó amargamente del clientelismo y de la delincuencia y se dio cuenta también que su crítica no abarca solo a los que son “clientes” del sistema sino también para los que consienten que eso pase. Y no dudó en tildar de “vagos” a los que cobran sueldos sin asistir a su trabajo –especialmente, a los que faltan al congreso o no dan quórum- y no dudó en señalar actitudes golpistas y en señalar que los políticos fueron los primeros en bastardear a la democracia.
“Esto no se resiste más. Algo tenemos que hacer. Creo que la clase media argentina debería dejar de ser clase mediocre y tomar decisiones de una vez por todas. Ya viví la época del Proceso donde desaparecían unos y otros y decíamos: «a mi no me va a pasar» y miremos cómo nos fue. Hoy también estamos dejando que las cosas pasen porque, total, a mi no me va a pasar”, señaló este amigo sobre el final del texto inaugurando una ronda de opiniones.
El texto sirvió para reflexionar sobre la sensación angustiante que tienen muchos compatriotas respecto del futuro del país. Angustia porque los discursos están cada vez más distanciados de los hechos. Y, bien se sabe, los discursos no construyen la realidad (ni siquiera los discursos que enunciamos los medios de comunicación). A lo sumo, una campaña mediática puede generar “sensaciones” que poco tiene que ver con realidades. A los ejemplos, nos remitimos: hace varios años que no hay un homicidio en ocasión de robo en nuestra región. El último de estos hechos se llevó a don Dino Scatolini, vecino de Colonia Caroya, quien estuvo varios días en coma antes de fallecer. Después de ese hecho, no hubo otro similar y, afortunadamente, los autores materiales de ese asesinato fueron apresados y condenados y están cumpliendo pena en prisión. En comparación con la ciudad de Córdoba donde hay promedio de entre 20 y 30 homicidios en ocasión de robo por año, podemos decir que nuestra ciudad tiene inseguridad pero no que se trata de un lugar donde resulta imposible vivir. Y cuando los medios locales cronicamos muchos hechos de asalto en una semana, contribuimos a que se genere una “sensación” de inseguridad aunque no se incrementaron las estadísticas del crimen.
Aunque la angustia nos desaliente, hay razones para pensar que de esta crisis saldremos con compromiso y participación.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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