Editorial: La información dejó de ser nuestro patrimonio: le pertenece a la gente

Cada oportunidad en que se celebra el Día del Periodista sirve para reflexionar sobre la profundidad que debe adquirir la profesión.

Como pocas, la profesión del comunicador es un ámbito donde prolifera el hedonismo, la vanidad, el narcicismo, la autocomplacencia, la falta de autocrítica, y la envidia.
No debe haber organización en la que sus miembros se miren con tanta desconfianza como en los medios de comunicación. En parte, eso tiene que ver con las escasas plazas disponibles para el ejercicio de una profesión que apasiona pero que es esquiva en lo laboral.
Pero mucho más tiene que ver con la falta de generosidad para con el descubrimiento de las noticias por parte de otros. Entonces, en lugar de ponernos contentos cuando un colega consigue una buena información, tendemos a relativizar su logro. Y eso es horrible.
Porque en el fondo hemos olvidado que no somos la noticia, que no somos los protagonistas noticiosos, ni somos los que generamos grandes cambios sociales a partir de informar.
De hecho, hemos olvidado que la comunicación es un derecho social, que la gente tiene derecho a informarse por la mayor cantidad de medios posibles y que también tiene derecho a difundir sus ideas y pensamientos por esos medios.
Como será de absurdo el enfrentamiento entre colegas que algunos son capaces de criticar los defectos físicos del otro como si eso le quitara un ápice a su capacidad para ejercer el trabajo.
Sonará injusto porque no todos obran así pero hay colegas que parecen haber olvidado lo que aprendieron cuando cursaron y aprobaron “Ética” en la Escuela de Periodismo. Ni hablemos de los Códigos porque los han roto todos, todo el tiempo.
Los comunicadores de Caroya, Jesús María y Sinsacate estamos a tiempo de revertir nuestra imagen dentro de la sociedad. Podemos demostrar que hemos abrazado esta profesión con profunda vocación de servicio, en el ánimo de ayudar a construir las instituciones, y de controlar los excesos del poder de turno.
Hace falta un gran acuerdo que nos haga superar nuestras pequeñeces y diferencias. Porque el soberano está del otro lado del dial, del tele, del diario.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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