Editorial: El no lugar de la oposición

Las ciudades parecen condenadas a remunerar cargos electivos a buenas personas que están muy lejos de ser buenos funcionarios.

Históricamente, la oposición política en las ciudades ocupó un lugar. No solamente hablamos de un espacio físico sino de un territorio más intangible vinculado a las aspiraciones de sectores que quedaron postergados por las elecciones.
En ese territorio intangible se materializaban deseos, luchas, críticas, propuestas, rechazos, y proyectos destinados a que el oficialismo se sienta interrogado, investigado, controlado, pero también acompañado con visiones que no tiene.
Pero un mal de la última década tiene que ver con el deterioro de la calidad “opositora” tanto que si ayer ocupaban un lugar en la sociedad hoy ocupan un no lugar.
No solamente que el ciudadano de a pie no los reconoce sino que ni siquiera sabe quiénes son. La máxima se aplica a los partidos políticos, pero también a los funcionarios electivos que representan a los mencionados partidos políticos.
No sólo que existe un silencio sepulcral, por citar un ejemplo local, del Partido Justicialista sobre las gestiones de Luis Grión, Gabriel Frizza, o Carlos Ciprián sino que tampoco los concejales que representan a ese partido han logrado levantar la voz sobre asunto alguno. Mucho menos los tribunos de cuenta.
El resultado es nocivo incluso para quienes gestionan porque no escuchan ninguna voz que los alarme sobre eventuales equivocaciones que podrían cometer en el ejercicio de su cargo.
Si la función de la oposición se resume en la petición de informes al Departamento Ejecutivo, ¡estamos fritos!. La oposición hoy se moviliza como si estuviese todo resuelto, como si no hubiese temas de agenda urgente que motorizar y la verdad es que hay no menos de diez problemáticas a las que debieran darles respuesta normativa.
Por supuesto que no se debe caer en la generalización y hay que decir que hay honrosas excepciones, particularmente en Colonia Caroya.
Y hay otra cuestión más peligrosa aún: creen que la tarea de oposición la tienen que hacer los comunicadores locales. Quieren poner a la prensa de fiscal, de investigador privado, y apoyarse en esas investigaciones para señalar que controlan al poder de turno.
Desde estas páginas hemos señalado en reiteradas oportunidades que ésa no es la función de los periodistas ni de los medios de comunicación. Por el contrario, los medios pueden ser vehículo para hacer llegar la información a los vecinos, sus críticas, sus reservas sobre determinados temas.
Pero resulta mucho más cómodo inventar acuerdos, poner etiquetas, rotular adhesiones, y armar rompecabezas erróneos en función de afinidades pasadas, presentes, o futuras.
Mientras la oposición siga ocupando ese no lugar en la vida política de la ciudad, hay augurio de continuidad para las actuales gestiones. Como se dice vulgarmente ‘ganarán las próximas elecciones de taquito’, aunque falten tres años y medio para aquello.
Recientemente, dialogando con Luis Pastawski recordábamos el anuncio en Jesús María de convocar a una elección el año próximo para elegir convencionales constituyentes y redactar la Carta Orgánica de la ciudad. Solamente el anuncio tendría que haber motorizado a los partidos opositores que debieran ir buscando sus mejores hombres para esa elección y comenzar a redactar un anteproyecto de Carta Orgánica con la que convencer a la ciudadanía. Si en esa elección les va bien, alguna chance podrán tener en 2015.
Pero ninguno de los partidos hizo nada sobre eso todavía y tampoco va a hacer nada si la actual gestión decide no llamar a esa elección en 2013. Ni hablar sobre la falta de iniciativa legislativa sobre temas de los que prometieron demasiado durante las elecciones del año pasado. Opositores a las cosas. Buenas personas sobran. Faltan funcionarios de verdad.

Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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