Desde 1998, cada 30 de Mayo se celebra en nuestro país el Día Nacional de la Donación de Órganos, que fue fijado a través del decreto 1079/97 del Poder Ejecutivo Nacional.
La fecha del 30 de mayo se instituyó en conmemoración al nacimiento del hijo de la primera mujer que dio a luz después de haber recibido un trasplante de hígado en un hospital público de Argentina, hecho que no sólo representa la posibilidad de vivir sino de dar vida después de un trasplante.
La concreción de cada trasplante es posible gracias a la participación de la sociedad representada en el acto de donar, a la intervención de los hospitales y a los organismos provinciales de procuración que pertenece al sistema sanitario argentino.
La donación de órganos permite no sólo salvar seres humanos o mejorar su calidad de vida mediante un trasplante sino también dar continuidad al ciclo vital.
Actualmente, en Argentina gracias a la donación de órganos hay 18.000 trasplantados y en 2011 se alcanzó una tasa de 15,1 donantes por millón de habitantes (PMH). Hubo un total de 604 donantes reales que permitieron que 1.376 personas recibieran un trasplante de órganos. Se generó 1 donante cada 14 horas y se realizó 1 trasplante de órganos cada 6 horas. En lo que va de 2012 ya se realizaron más de 500 trasplantes, lo que representa un aumento de cerca de 10 por ciento respecto del año pasado.
En Jesús María, la delegación local de la Fundación para la Ablación y Trasplante (Fundayt) tomó la fecha del 30 de mayo como una costumbre para reunir a la comunidad en torno a la zona céntrica para seguir invitando a las familias a interiorizarse sobre los procedimientos para saber cómo funciona el sistema.
Este año, se adueñaron de la plaza San Martín para realizar una caminata por la vida de la que tomaron parte un centenar de alumnos de diferentes instituciones educativas, acompañados por docentes, por colaboradores de Fundayt, y por pacientes trasplantados que compartieron su testimonio con los alumnos de los colegios.
Además de distribuir afiches con la consigna “Sé donante. Por vos, por mí, por todos” también se repartieron unos volantes de mano en los que se explica el funcionamiento del sistema que coordina a nivel nacional el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e implante (Incucai).
Ana María Marino, una de las impulsoras de Fundayt en nuestra zona se mostró satisfecha con la adhesión que tuvo la actividad organizada el miércoles pasado: “Todo el año estamos trabajando para esto con la comisión a la que se suma cada vez más gente trasplantada y familiares de personas que donaron. Quiere decir que debemos estar haciendo bien las cosas. Pero lo fundamental es informar a través de los colegios, y de las instituciones, sobre las funciones que tiene Fundayt”.
Marino señaló que este año quieren extender sus servicios hacia el norte de Córdoba y que van encontrando eco en los municipios a los que se han acercado. Se programaron charlas en Sebastián Elcano, en San José de la Dormida, y en las Peñas, entre otros.
“Estamos muy conformes con que este 30 de mayo los chicos se hayan comprometido a venir y a saber. El sólo hecho de recibir un folleto implica que se están informando y, a su vez, tienen la posibilidad de informar a otros y a su familia que es lo que queríamos lograr”, añadió Marino.
La invitación de Fundayt es no esperar hasta el momento del fallecimiento de un familiar para decidir qué hacer con los órganos, de poder instalar el tema en una reunión familiar y que todos sepan cuál es la voluntad de cada uno y que se respete esa voluntad.
Para los trasplantados que dieron su testimonio el miércoles pasado, la diferencia entre vivir y morir pasó por la experiencia del trasplante. Para ellos, no era ningún eslogan ni una frase bonita. Era la posibilidad de prolongar la existencia con una mejor calidad de vida gracias a la generosidad de otro.
Edgar Boni, trasplantado de corazón, cuenta cómo se vive después de la experiencia del trasplante. Está tan bien que hasta se mudó de provincia y hace una vida normal.
A veces, suena increíble cómo algunos sucesos en la vida se concatenan y derivan en algo impensado. Edgar Boni lo supo a los 17 años cuando tuvo un accidente en una motocicleta y se le reventó el bazo.
Cómo en la época en que sucedió el accidente no existían los bancos de sangre, tuvieron que apelar a transfusiones de sangre. Hubo muchísimos donantes de sangre universal. Boni logró salvarse, pero se contagió el mal de Chagas y vivió con esa enfermedad desde ese entonces.
Con el tiempo, el Chagas le fue deteriorando el corazón y le generó un agrandamiento tal que casi no trabajaba. Boni llegó a tener en funcionamiento apenas el 17 por ciento de su corazón.
Allí fue cuando el médico le planteó la cruda realidad: si seguía así, en el término de un año iba a dejar de caminar. Las opciones eran ponerse en lista de espera para un trasplante o movilizarse en sillas de rueda.
“Si voy a estar en una silla de ruedas, no quiero seguir viviendo. Anotame en un trasplante ya, le dije al médico. A los 9 meses, me salió la operación, me trasplantaron y hace cinco años que llevo una vida completamente normal”, relató Boni sobre su caso.
Como en la totalidad de los trasplantados, Boni tiene que tomar unos medicamentos que son inmunosupresores y que le permiten al cuerpo aceptar ese órgano que perteneció a un donante.
“Como bien, como de todo y hago una vida completamente normal. Gracias a Dios no me agito, camino 40 o 50 cuadras sin problemas”, contó este vecino de Jesús María que fue a vivirse a Misiones después de la operación.
La espera por el trasplante conlleva un grado de angustia y de incertidumbre porque el donante tiene que tener ciertas compatibilidades con el receptor. Boni pasó por esa experiencia antes de su operación y en alguna oportunidad lo alistaron para el trasplante, pero no se dio porque el donante no era compatible. La fortuna quiso que a los dos días de esa mala noticia apareciera un donante de Chilecito, La Rioja, y que se pudiera concretar el anhelo.
“En este momento, no estaría acá si no me hubiera llegado el trasplante. A mí, me cambió la vida. Vengo a Córdoba y me hago todos los estudios y vuelvo cada seis meses. Antes de mi experiencia nunca había pensado que iba a depender de un trasplante. Gracias a Dios me tocó, me siento bien y estoy bien. Pero hay que aprovechar estos días para decir que hacen falta donantes”, concluyó Boni.
Ana María Marino insistió en la necesidad de hablar sobre el tema de la donación de órganos en cada uno de los hogares e instituciones, tomando a la muerte como lo que es: un estado que nadie ha podido evitar hasta nuestros días.
“Qué lindo es que dejemos algo plasmado para el día después con lo que le estamos salvando la vida a otro ser, así no lo conozcamos, pero sabés que hoy es por mí y mañana por tí y por todos”, reflexionó Marino.
El pronunciamiento es por una comunidad donante que deje de lados los egoísmos y que elimine la ignorancia sobre el tema.
“A veces hay negación sobre la donación y es porque falta más información, pero no vamos a bajar los brazos hasta que todo el norte cordobés sepa lo que tiene que saber y que nuestra presencia sirva para sacarlos de lo que no saben”, razonó una de las promotoras del Fundayt local. Solamente la familia y el paciente que espera un trasplante saben lo importante que es tener una comunidad donante. Esa experiencia debe replicarse al resto de la comunidad.
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