El sábado pasado, por iniciativa del grupo literario La Aguada, el municipio le rindió un merecidísimo homenaje en vida a Elena Patat, quien con sus 89 años sigue mostrando su vitalidad.
Elena Patat de Bertorini no tiene el tamaño de otras mujeres, aunque en su aspecto así lo parezca. Más bien podría decirse que es una mujer gigante, aunque no necesite agacharse cuando pasa por debajo del marco de una puerta.
¿Entonces? Pues, para una poeta como pocas, bien difícil es encontrar palabras comunes y frases comunes que la definan y fue por ello que sus amigas y amigos, sus cófrades, y sus admiradores eligieron con cuidado muchas palabras para rendirle homenaje en vida, a propósito de haber cumplido 89 jóvenes y lúcidos años.
En una época que acostumbra el disenso, la confrontación, y el cuestionamiento, la necesidad de reconocer la trayectoria de vida de Elena fue todo lo contrario al signo de este tiempo: indiscutible, inconfrontable, incuestionable, unánime, colectivo, como un grito tribunero cuando hace un gol la selección.
La descripción de Marita
Esa trayectoria fue genialmente sintetizada por Marita Freytes en una gacetilla que el municipio distribuyó días antes del reconocimiento.
“Elena representa una trayectoria personal y profesional que demuestra la calidad de su estatura humana. Siempre ha estado sembrando su vocación docente, desde la pasión y entrega. Con su lucidez, su calificada preparación y su trabajo, hizo de la dignidad una enseñanza, creciendo en creatividad, bondad, señorío y comprensión hacia el otro.
Cuando era niña recibió la 1ª Comunión en la Iglesia de la Estancia Jesuítica, nuestro museo, y luego, contrajo matrimonio en esa misma iglesia.
Muchos, muchísimos años después, al cumplirse las 400 años de los Jesuitas en Córdoba presentó un cuento en el certamen al que fue invitada, logrando un importante galardón. En otra ocasión, el Grupo La Espadaña, del que Elena formaba parte realizó un homenaje simbólico a mujeres cotidianas de Jesús María, adaptando el ritual aborigen “El árbol de las sabias”. Entre ellas estaba Elena quien al ingresar dijo sonriente.: “Esta niña que vino a recibir su comunión a esta iglesia vuelve hoy como Patrimonio de la Humanidad”
Los años de actividad en las escuelas rurales fueron intensos y enriquecedores, ella guarda de esa etapa los más bellos recuerdos en comunión con las más complejas situaciones, en las que no faltaron los dolores o penas.
Cada 11 de septiembre esta maestra argentina que enseñó a aquello niños tímidos e inseguros, recibe en su casa a esos distantes pequeños convertidos en hombres que sólo desean acercarle su recuerdo y su amor
Pero nuestra bella dama Elena, no es sólo eso, su delicado espíritu le permitió desarrollar un talento actoral de profundo trabajo, tanto en drama como en comedia. Baste recordar las obras compartidas con el Teatro Estable de Jesús María, en las que su actuación era ovacionada con fervor, porque tenía el don, poco común, de su talento nato, como sucedió en la presentación de “Mujeres”, basada en textos de Galeano, o en La Tortilla dada vuelta”, composición colectiva del teatro que dirige Tere Baudín, o “Bodas de sangre”, o “Acuerdo para cambiar de casa” obra de Griselda Gambaro en la que Elena representó con maestría a una desquiciada interna en un manicomio.
En los tiempos en que integraba el Grupo La Espadaña, lució otro canal de expresión como autora, decoradora, compiladora, también como entusiasta guionista con los que realizó escenas de gracia y picardía haciendo lucir la actriz interior con que nos ha maravillado.
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Emotivo homenaje a Elena Patat de Bertorini
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