Cómo no transformar las ciudades en pequeños ghetos donde los vecinos estén separados por sectores o condiciones económicas
En el mundo, los espacios públicos sectoriales han demostrado su estrepitoso fracaso. Nadie quiere vivir en un espacio creado especialmente para uno dentro de una ciudad sino que uno quiere apropiarse de la ciudad, no verse limitado por ella, sentirse parte de su transformación.
Muy distinto es el caso de los sectores de una ciudad en donde la prestación de servicios públicos es deficiente. No se conciben gobiernos que sólo les hagan obras a los vecinos que pueden pagarlas porque eso genera asimetrías que distancian la posibilidad de la inclusión.
El tendido de la red de cloacas, de gas natural, de agua, la ejecución de cordón banquina, y hasta la pavimentación no debieran ser lujos que paguen solamente aquellos que pueden.
Ciudades con oportunidades serán aquellas que establezcan reglas de juegos más o menos parecidas para todos sus vecinos y donde la distancia no sea una barrera. Y mucho menos la pobreza.
En nuestra región, hay barriadas enteras donde no se podrá obtener el consentimiento del 70 por ciento del barrio para la ejecución de una obra de contribución por mejoras. Pero el auxilio del Estado debe llegar igual con los mejores recursos y empeños para garantizar condiciones de habitabilidad mínimas.
Se dice esto desde el lugar de la inclusión, desde la necesidad de la inclusión, y no desde una ideología política que podría situar la propuesta más a la derecha o más a la izquierda, según quien la proponga.
Durante las últimas tres campañas a intendente, hemos preguntado a los aspirantes a la sucesión de la región ¿qué harán por los sectores menos favorecidos económicamente?. Se usa el eufemismo para no decir lisa y llanamente ¿Qué harán por los pobres?.
Hemos obtenido promesas que harían lagrimear a la misma Madre Teresa de Calcuta, pero a la hora de los hechos nos topamos con cumplimientos ínfimos en relación a lo prometido.
Hay que reconocer que los municipios de la zona tienen para esos sectores numerosos programas sociales en marcha, de contención, de ayuda, y de protección.
La sensación que queda es que va siendo hora de que se hagan obras de infraestructura macro, que comiencen por dignificar las condiciones de esos vecindarios.
Eso, si realmente queremos que esos vecinos sean parte de, que estén incluidos en, que vean oportunidades donde generalmente se ven amenazas. Nuestra región maduró lo suficiente como para poner estos desafíos en marcha.
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Editorial: El desafío de la inclusión

Claudio Minoldo
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