Una mamá con mayúsculas
Por: Vanina Elisabet Sarchione (Escritora principiante pero con sueños de ser una gran escritora).
En un mundo donde cada vez hay más gente sola y donde el egoísmo es más pronunciado, la maternidad devuelve el sentido de la vida a una mujer que lucha por ser diferente.
Cada uno tiene un estilo de vida diferente... Cada uno tiene una meta... Cada cual tiene un porqué.
La vida da muchas vueltas y cada día que pasa es un problema más a solucionar.
El tratar de sobrevivir en un mundo donde todos se fijan en el otro, donde una tiene que luchar sin ayuda de nadie, te hace vulnerable a todo tipo de respuestas.
Te hace alguien tan intocable por fuera, pero por dentro el alma ya está tan destrozada que no sabe si seguir llorando en silencio o pedir a gritos que te ayuden, que te amen... poder formar una familia.
Poder levantarte una mañana y disfrutar de la sonrisa de tu hijo sin pensar si en la heladera hay para comer, si quedó yogurt o si en la mesa de luz quedó alguna moneda para comprar el pan.
Esas cosas hacen que una se sienta incapacitada para ser feliz.
Te hace pensar que cada día es un desafío más por afrontar, un día más por sobrevivir en este mundo que lo único que hace es criticar, es hablar.
Porque nunca van a golpear la puerta de tu casa y te brindarán la mano, o simplemente un abrazo para no sentir que estás sola.
Todos juzgan... se llenan la boca hablando, pero lo que no saben, lo que no se dan cuenta es que dentro de esa madre hay una historia, cada una tan diferente pero tan similar a la vez. Pero todas con un mismo fin porque al llegar a tu casa hay una mujer, un corazón que late, una mente que piensa a mil por horas el como buscar la manera de que la vida parezca tan natural y tranquila a la vez.
El intentar llenar ese espacio vacío que falta... que no está... que se fue.
Que al acostarse piensa como sería su vida si tuviera su familia.
Hay muchas historias... unas más tristes que otras, algunas más complicadas, otras más sufridas, pero todas en un mismo contexto, un mismo circulo, el engaño, el dolor, el sentir que no sos nadie, que no vales nada, que estás sola.
Sólo mirar a mi hijo me hace sentir tan pequeña y tan grande a la vez.
Es él quien me hace sentir amada... el que cada día me da una lección de vida. El que me da fuerzas para levantarme cuando me encuentro en el abismo.
Es él quien me devuelve las ganas de vivir.
El que me da la risa, el que me llena el corazón de amor.
Él... que con su voz me dice "te quiero", y con sus manitos me abraza con todas sus fuerzas.
Él... que me hace sentir una madre con todas las letras, cada una con mayúscula, con ese conjunto de vocales y consonantes que forman una historia, una vida, un recuerdo.
Son pequeñas y grandes cosas que hacen que tu vida se vuelva importante.
Que la única satisfacción que obtienes a cambio es poder sacar a tu hijo, comprarle lo que necesita sin pretender que te lo regalen, porque si no sos vos nadie se lo dará.
Que al llegar a tu mesa, no te falte ni la fruta, no te falte el pan.
Esas son pequeñas y grandes cosas que te siguen dando fuerzas para que una vez más puedas seguir.
Es el sacrificio de saber que si se terminan los pañales podes salir corriendo y volver a comprarlos, que podes cada tarde comprarle su leche, sus masitas.
Que al salir al patio tenga su pelota... su muñeca, que cuando vuelva tengas su ropa para poderlo cambiar.
Es sólo saber que la sonrisa de tu hijo es más importante que mil palabras de los demás.
Es más importante que mi propia vida, que mi propia felicidad.
Gracias, hijo, porque ya no voy a estar más sola... gracias a vos mi vida tiene sentido y aunque solo estemos vos y yo... solamente dos... somos una familia, ésa es nuestra vida.
Te ama.
Mamá.
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