Por: Raúl Torres (vecino de San José de la Dormida)
Él quería prometerle un amor eterno.
Ella se lo impidió. No quería largos plazos. Era feliz con un amor de hoy.
- No quiero planificar más que el día que vendrá, -dijo- lo demás es incierto.
Tenía razón; el futuro siempre sería incierto. Imaginación e improvisación fueron su horizonte.
Prometió amarla hasta mañana. Diariamente rehizo su promesa. Volvió a enamorarse cada día. Sintió con cada despertar el deseo de vivir con ella hasta el día siguiente.
Se miraban profundamente y se amaban... hasta mañana.
Cuando sus cuerpos se encontraban era la última vez. La última salida, el último cigarrillo, la última danza, la última comida que él elaboraba como en un ritual, el último vino, la última canción.
Así transcurrieron los últimos cumpleaños, el último aniversario, las últimas vacaciones.
Se despertó un día y la miró. El rostro era el mismo de ayer, pero la suma de días de amor habían manchado su piel, habían plateado aquellos cabellos alguna vez tintos de azabache, habían trazado surcos en la frente, habían ensanchado su cuerpo.
La contempló dormida por un largo tiempo. Lloró. Lloró de amor por ella. La besó en el último día y le prometió amarla... hasta mañana.
Claudio Minoldo
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