Hay que sincerarse con muchas situaciones en las que se buscan responsables en esferas de poder muy lejanas para corroborar.
“La culpa de todo la tiene Magoya. ¡Ridículo! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto. ¡Cobardes! dijo Montoto que de esto también sabía un montón.
La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces. ¡Paren la mano! dije yo mientras me protegía detrás de un buzón.
Yo sé quién tiene la culpa de todo.
La culpa de todo la tiene El Otro. ¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro. Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar: ¡Qué flor de guacho que resultó ser El Otro...! (Monólogo escrito por Santiago Varela para Tato Bores)
Seguramente, las geniales líneas escritas por Varela salieron del subconsciente argentino, ése que acostumbra a endilgarle las culpas propias a los ajenos. Es una descripción que desnuda lo detestable que resultamos los argentinos cuando no queremos hacernos cargo de nuestras miserias.
Hoy, un intendente municipal o jefe comunal que no quiera hacerse cargo de sus deficiencias administrativas podría enhebrar un discurso a lo Varela que contenga la siguiente secuencia de acusaciones. “La culpa de todo la tiene Schiaretti. ¡Ridículo! dijo Schiaretti acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Kirchner. ¡Cobardes! dijo Kirchner que de esto también sabía un montón.
La culpa de todo la tiene la gente como Clarín por escribir boludeces”. Y la secuencia culminaría, taxativamente, en que la culpa la tiene otro que mientras más poder tiene más perverso parece.
En estos tiempos, todo parece estar exclusivamente atado a la caja y a quién esté sentado sobre ella. Pero… ¿Qué pasa con los recursos que manejan municipios y comunas? ¿Están bien administrados? ¿Cuál es la proporción de presupuesto para salarios y cuál para obras? ¿Todo lo que se presupuesta es absolutamente imprescindible? ¿No estarán sobredimensionadas algunas administraciones en cantidad de empleados? ¿Compran los municipios y comunas a los mejores precios? ¿Son eficientes para cobrar las tasas propias? ¿Tienen capacidad de ahorro? ¿Son previsores respecto del crecimiento de sus pueblos y ciudades?
En el desafío de construir ciudadanía –hermosa oración, por cierto- sería imprescindible que sean los vecinos quienes se encarguen de ir respondiendo esas preguntas y todas las que se les ocurran de modo que la situación de auditoría permanente obligue a los municipios a ser eficientes y transparentes; y a sus administradores temporales, cuidadosos y honestos.
Panorama Deportivo
editorial
Semanario Primer Día
Editorial: La culpa siempre la tiene otro que no soy yo y que me oprime
Claudio Minoldo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario