24-M-76, fecha para pensar

6to “A”del Turno Mañana del IPEM 294 produjo interesantes trabajos a propósito del Día por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Dahyana Salas y Eliana Vera analizan la situación desde su visión sobre la época. Gerardo Canelo se pone en la piel de alguno de los protagonistas de aquel entonces y Lucas Cabó asume el riesgo de pensar como un militar arrepentido. Primera parte.

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Ya hace treinta años que ocurrió el golpe militar, treinta años en busca de desaparecidos, treinta años de tortura para quienes sobrevivieron, treinta años de malos recuerdos que muy difícilmente se superarán, treinta años de seguir adelante, luchando, a pesar de todo. Para poder entender algo de los hechos, tendríamos que ponernos en la piel de quienes lo vivieron. Podríamos ponernos en el lugar de las madres. Era tan grande la desesperación por encontrar a sus hijos que golpeaban puerta por puerta para encontrarlos o para tener una mínima noticia de que estaban bien o al menos saber dónde estaba. Muchas de ellas se unieron para reclamar por la desaparición de sus hijos, lo único que pedían era tenerlos de vuelta, y si ya lo habían matado, que les dieran el cuerpo para velarlo, para darle un adiós digno.
Esas son madres que hay que admirar y recordar, madres que lucharon con paz a pesar del dolor y a pesar de la bronca. Aunque muchas lograron su propia muerte.
Podríamos ponernos en el lugar de hijos, quienes luchaban por sus ideales, por su libertad, quienes todavía tenían fe de que las cosas podían cambiar y a causa de eso los asesinaban, los torturaban o los llevaban presos. Es difícil ponerse en el lugar de ellos pero se puede sentir el dolor de saber que dejas todo lo que amas por conseguir los ideales, a veces hasta aguantar torturas, golpes, hambre, para no traicionar o mantener a salvo a personas que conocemos.
A pesar de que este hecho cambió la historia de muchos, podríamos tomarlo como una enseñanza de vida, personas que nos enseñaron a luchar por nuestros valores e ideales.
Eliana Vera

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Mi historia comienza el 27 de enero de 1977, hace dos días. Era una tarde como la de ayer hasta que sentí un ruido en la casa de mi vecina Norma Burgos. Si bien era una chica buena y reservada se rumoreaba que estaba en el grupo de los montoneros. Me asomé por la ventana para curiosear el motivo del fuerte ruido que me inquietó, entonces vi a Norma quien era arrastrada de los brazos hacia una camioneta militar. Fue todo muy confuso ya que los nervios que tenía en ese momento me hicieron dar varios pasos hacia atrás hasta correr y ocultarme bajo mi cama. Estaba todo sudado, las manos y las piernas no me respondían. Fue entonces cuando me desmayé. A las horas, mi hermana mayor, estudiante de letras, me hizo volver en mí. Fue allí donde le di el abrazo más fuerte y con lágrimas llenas de odio y rencor le dije: "era él, era él, era Astiz, él estaba allí" (a propósito sobre el teniente Alfredo Astiz, le decían el "ángel de la muerte" es lo que escuchaba de la boca de mi mamá minutos antes de que Alfredo con una sonrisa en el rostro gatillara en frente mío y de mi hermana en la cabeza de mis padres).
Lo que sucedió con mi vecina no le di mucha importancia porque secuestros se veían todos los días pero nunca pensé que esto pasaría a mayores.
El 28 de enero de 1977, tocaron la puerta. Mi hermana y yo salimos juntos a ver quién era. Era una joven de aproximadamente 17 años, rubia. Se presentó con una tonada extranjera (para mi era de Suecia) como Dagmar Hagelin y pregunto por Norma Susana Burgos. Yo, inocentemente, le dije que era la casa del lado, sin saber que la enviaría a la muerte. Me quedé mirándola. Tocó el timbre en aquella casa e inmediatamente salió corriendo. No logró distanciarse mucho cuando Astiz se arrodilló y gritó: “parate, flaca, sino te tiro". Ella no hizo caso y así fue. El disparo le dio en el cuello, Dagmar cayó en el piso con vida, la cargaron en un taxi y la llevaron.
En este papel, cuento lo que nunca podré contar en persona porque en el momento en que le indicamos la dirección de la casa a Dagmar un soldado de Astiz nos vio, y nos culpó de una complicidad con los montoneros. Una complicidad que nunca existió y que nos llevaría al infierno mismo.
Soy un joven al que la misma persona que me dejó huérfano me quitó la vida de mi única hermana. Soy un joven que está "muerto en vida".
ESMA. 29 DE ENERO DE 1977
Gerardo Canelo
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Soy uno de los militares que participó en el golpe y esta es mi historia.
Yo y mis compañeros estábamos en el pabellón numero 6. Todas las mañanas nos hacían levantar a las 5:30 a.m., nos preparaban física y mentalmente para torturar y matar a las personas.
Todos los días traían personas: mujeres embarazadas y hombres; cada día era un calvario. Mujeres suplicando por su vida, violadas y torturadas, quitándole lo único que tenían, a sus pobres hijos.
Un día estábamos en nuestro pabellón y a las 11:30 p.m., nos hicieron levantar de golpe.
Yo no entendía nada; menos, mis compañeros. Nuestros superiores nos dijeron que debíamos subir a un avión donde había muchas personas vendadas.
Volamos encima del lago San Roque, donde debíamos sedar a esas personas y arrojarlas. Enciman tenían un grillete en sus pies. Cumplir esas órdenes durante un año no fue nada bueno. No volví a ser el mismo. Nunca hablé de esto porque me trae muy, pero muy, malos recuerdos.. .y es una etapa en la que hubiera preferido, morir.
Lucas Cabó.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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