Editorial: La condena de Casandra para los militantes de la Ecología
Quienes profetizan sobre el daño irreparable que se le está haciendo al planeta, aunque tengan razón, no son escuchados por la gente.
En la mitología griega, Casandra, hija de los reyes de Troya, Hécuba y Príamo, era una sacerdotisa. Con el dios Apolo había pactado recibir el don de la profecía, a cambio de un encuentro carnal. Casandra obtuvo la facultad de la adivinación, pero faltó a la promesa de acceder a los favores solicitados por Apolo. Sintiéndose traicionado, decidió castigarla transformando su don en una condena: Casandra podría ver el futuro pero nadie creería en sus pronósticos. Así, cuando anunció la caída de Troya, nadie tomó en serio su vaticinio.
Díganme si no pasa lo mismo con los científicos y estudiosos del ambiente que vienen señalando que el mundo se está calentando, que muchas especies animales y vegetales se van a morir, y que la calidad de vida sobre la tierra no es ni será la misma. ¿Quién les cree? Y si les creen ¿Qué cosas se hacen para revertir el camino de destrucción que señalan los estudios?
Y la maldición de Casandra también puede aplicarse a las denuncias sobre los efectos que a largo plazo van a generar los compuestos químicos a los que estamos expuestos a diario (y ojo que los agrotóxicos son una ínfima porción). Hablemos de los insecticidas que usamos en casa, de los remedios que tomamos, de los productos que vienen en las latas de conservas, de las ondas electromagnéticas que atraviesan las ciudades sin demasiado control oficial. La mejor enumeración de esa multiexposición a productos químicos está en el libro “La amenaza invisible” del Dr. Fernando Manera. Ojalá que los estudios de Manera no corran la misma suerte que las predicciones de Casandra.
En la actualidad existe un debate en la comunidad científica sobre los límites entre la práctica científica de la ecología y la acción política del ecologismo. Para algunos existe confusión entre ambos campos, que suponen conductas diferentes. Para otros, el compromiso científico puede legítimamente traducirse en una actitud militante.
La palabra "ecología" despierta muchas resonancias en quien la escucha. Una definición posible es "ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno".
El ecologismo es, en cambio, un movimiento socio-político que, con matices muy diversos en todo el mundo, propugna la defensa de la naturaleza y la del ser humano en ella.
Algunos también advierten sobre el peligro de cortar grueso separando a ecólogos y ecologistas. Para evitarlo proponen, a semejanza de las distintas ramas de la economía, hablar de ecología -la ciencia-, y política ecológica -la materialización de la ciencia en acciones.
En definitiva, afirman estos últimos, no es bueno atacar la militancia ecológica escudándose en la siempre relativa imparcialidad científica. De nada sirve la teoría contemplativa, si sus conclusiones no se convierten en actos.
La esperanza en todo caso es que los vaticinios no caigan en saco roto y que sirvan para reparar a la madre tierra.
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