Sobre fumigaciones masivas
Por: Luis Pastawski, Adrián Rolfo, y Lucas Matías Contreras (Vecinos de Jesús María)
Una crítica a la forma en que se fumigó Jesús María y a la falta de información a los vecinos.
“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo.” (Julio Cortázar)
En el semanario PRIMER DÍA de fecha 14 de marzo, en la nota referida a las fumigaciones para acabar con el mosquito que transmite la enfermedad del Dengue, se observan cuatro fotos del proceso realizado. En una de estas fotos, aparece un miembro de la Guardia Urbana Municipal, abriendo el paso al móvil fumigador, en motocicleta, con un casco, elemento vital para su seguridad física ante un accidente vial, pero sin ningún tipo de protección dérmica ni respiratoria. Más llamativa es la imagen, al comprobar que los empleados de la empresa fumigadora, a solo pocos metros del empleado municipal, están correctamente protegidos con el equipo adecuado.
Esta imagen nos resulta contradictoria y nos motiva a realizar algunas preguntas y reflexiones.
¿Se está protegiendo demasiado el fumigador ó está desprotegido el motociclista?
En el uso de los insecticidas en fumigaciones masivas, se deben tener en cuenta las condiciones sociales y ambientales de aplicación; las cuales pueden tornar peligroso a un producto que correctamente usado reduciría su riesgo tóxico. Y si bien se puede reducir el riesgo durante la aplicación, son tantas las variables a tener en cuenta que el uso totalmente seguro es poco probable de llevar a la práctica. Las condiciones climáticas (lluvias y vientos) y la de-sinformación suelen influir en las verdaderas consecuencias de su utilización.
Queremos resaltar que las fumigaciones se realizaron sin notificar a la comunidad adecuadamente, con lo cual la exposición a las partículas del tóxico es mayor. En la misma foto mencionada, se ve estacionado un vehículo, pequeño, de color claro, que debe haber quedado también totalmente “fumigado”. ¿Esto es correcto?
Los plaguicidas se aplican, en general, en estas fumigaciones, sin un conocimiento adecuado de su peligrosidad. Chicos jugando en las zonas recientemente fumigadas, personas realizando tareas en las inmediaciones, por desconocimiento o por no tener en cuenta su poder residual, evidencian que las condiciones de aplicación recomendadas por los mismos fabricantes del producto no son llevadas a la práctica. Aconsejamos leer las “precauciones de aplicación”, que figuran en los envases de los insecticidas domésticos.
“La experiencia demuestra que los plaguicidas utilizados aisladamente no resuelven el problema. En primer lugar se debe tener en cuenta que las enfermedades transmitidas por vectores se hallan influidas por múltiples elementos y que centrar las estrategias de control en el ataque químico del vector resulta un enfoque restrictivo e ineficaz. Por lo contrario se requiere tomar el problema de manera sistémica incorporando elementos de orden social, geográfico, ambiental y cultural en las estrategias de manejo.
Respecto a los factores sociales hay que tener en cuenta las características de la población, sus hábitos, costumbres y niveles de organización. Cualquier medida puede resultar ineficaz si no se logra una reducción sustancial en las condiciones de pobreza junto a una evaluación continua y permanente tanto del proceso puesto en marcha como en el monitoreo de la enfermedad”. (Ingeniero Agrónomo Javier Souza Casadinho)
Consideramos que en estos temas de salud pública, relacionados directamente con la degradación ambiental, al parecer a las autoridades el árbol no les deja ver el bosque. El árbol es la proliferación del mosquito, por suerte por ahora sin la enfermedad del Dengue. En el bosque encontramos la ausencia de los depredadores del mosquito y sus larvas, como peces y ranas, afectados por otros plaguicidas usados para los cultivos transgénicos y la migración de mosquitos hacia las zonas urbanas. Además, es parte del bosque la falta de información y conocimiento en gran parte de la población, de que la exposición a una larga lista de químicos en lo cotidiano, tiene un efecto sumatorio, y afecta en forma aguda o más lejana al ecosistema y a la salud de las personas.
Hay dos formas de llegar al desastre ecológico total: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable. Nuestro convencimiento interior de que sólo se puede “vivir con calidad de vida” restaurando y protegiendo la diversidad, la vitalidad y la belleza de la Tierra, nos da esperanza…
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