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Poeta riojano pide pista y se presenta

La Rioja es una tierra de fuertes y bellos contrastes y sus escritores llevan esa huella. Julio Salvidio se cuenta entre ellos.

Por: Julio Salvidio (Docente, escritor)
Nací en la Provincia de la Rioja el 4 de julio de 1960. He iniciado mi camino en la poesía en la década de los ochenta con las lecturas de varios poetas, entre ellos Pablo Neruda, César Vallejo, Federico García Lorca, luego con poetas de Francia como Paul Elouard, Guillaume Apollinaire. Etc. Empecé a escribir y a guardar con el temor de que alguien viera lo que escribía.
Un día, por circunstancias de cercanías me encontré con Pancho Cabral y Roque Silva, dos amigos muy queridos que me ofrecieron la convocatoria de presentar poemas junto con un grupo de jóvenes para publicar el libro de poetas jóvenes riojanos.
Yo sabía de los poetas riojanos que ya venían con una importante trayectoria como lo son David Gatica, Lucía Carmona, y luego supe en profundidad de Ariel Ferraro, por la amistad y el cariño con Alba su esposa, Puqui y Ariel, sus hijos. A partir de allí se abrió la puerta a la participación en encuentros nacionales y regionales de poesía.
Más tarde me animé a imprimir un librito pequeño de poemas, que en la actualidad no tengo ningún ejemplar, casi es mejor que así sea.
Por eso yo reconozco tres etapas en mi poesía, la de los poetas jóvenes, que figuramos en aquel libro, y luego cuando me fui a Buenos Aires donde hice taller de poesía con Laura Yasán y la etapa actual donde voy descubriendo mi propia voz.
Estos poemas que presento ahora siento que me representan mejor y tienen mi voz un poco más madura que antes y con una mejor comprensión de lo que me importa en la poesía.
Por cierto es este un camino que todavía lo estoy transitando, por lo tanto en otras publicaciones será otro Julio quien se exprese.
Quienes quieran, pueden escribirme a la dirección de correo electrónico laaventuradeescribir@yahoo.com.ar .

Mujer bajo la parra

La siesta posa su sueño en las palabras apenas dichas una mujer teje su sombra sentada. Una parra esparce su manto gris en los hombros y en los pies de la mujer la silla apenas se ve. Las horas son cascos huecos resonando en medio del aburrimiento de los relojes el mundo dormita a la intemperie. La mujer entorna sus ojos cansados detrás del orificio de luz que la ciega, el infinito se la lleva cargada de levedad.

Telar de sueños

Se han perdido las lunas en el desierto sediento de tus caricias. Las noches han viajado a través del insomnio, siguiendo la ebriedad de las constelaciones. El universo entrega una urdimbre de estrellas, donde navegan los sueños desvelados de la memoria.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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