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Irutapé propone una escuela abierta, flexible y plural para los más chiquitos

Se trata de una nueva propuesta en Colonia Caroya encarada por un colectivo de educadores para niños de hasta cuatro años y con propuesta de apertura a la comunidad.

Diagramar un nuevo proyecto educativo les demandó cerca de dos años a los seis jóvenes que decidieron abrir en marzo de este año un jardín para niños desde 45 días a 4 años de edad.
Anabel Uanino, Malena Arenzon, Cecilia Migotti, Laura Migotti, Solange Bourband, y Sol Fernández Cordon debatieron cada uno de los detalles y dejaron el nombre para el último. Palabras van, palabras vienen y se optó por un combinado de dos palabras guaraníes que derivaron en “Irutapé” y que se traduce como “Compañeros de camino”.
¿Cuáles son los aspectos a partir de los cuales pretenden diferenciarse de otras propuestas? ¿Por qué el eslogan habla de pedagogía en movimiento?
“No se trataba sólo de hacer algo distinto a lo que hay en la zona sino de poder diferenciarnos en lo que se hace generalmente en el interior porque cuando estudiábamos en Buenos Aires veíamos que había otra visión sobre lo que tiene que ver con la infancia”, comenzó aclarando Solange.
Esa diferencia de visión sobre la infancia la centraron en cómo cuidar cada franja de edad, en ofrecer materiales que se adapten a cada niño y a cada edad (en su sala y con su docente) y, particularmente en la intencionalidad pedagógica que se ofrece desde los 45 días y no desde los cuatro años como habitualmente ocurre.
Irutapé funciona en un caserón que fue un tradicional restaurante en su momento y que se reacondicionó completamente a las necesidades funcionales de un jardín. Una ruptura con la tradición está en el hecho de que los docentes no llevan uniforme y lo único que los identifica es un cinturón grande con enormes bolsillos a modo de bandoleras.
Como el jardín trabaja con un grupo a la mañana y otro a la tarde, los docentes trabajan con una franja de edad por la mañana y con otro diferente por la tarde. Las cargas están repartidos entre foráneos y locales porque en este colectivo docente hay tres caroyenses, dos bonaerenses, y una entrerriana, que aceptaron el desafío de afincarse en la zona para un proyecto que en los primeros cuatro meses les deparó algunas satisfacciones, particularmente en la devolución que les hacen los padres.
“Nosotros tenemos muchísimo contacto con los padres, vienen a jugar, se los consulta permanentemente”, añadió Solange antes de darle lugar a Malena: “La idea es un poco ésa. Nosotros pensamos en el trabajo con la comunidad, tanto con los padres como con el barrio y un montón de cuestiones que pensamos son elementales para poder contribuir a la formación de los chicos porque el trabajo es tanto en la casa como en el jardín”.
Los alumnos son actualmente cerca de 50 y provienen de lugares distantes -de Sinsacate y Jesús María, incluso- pero también del barrio y sus padres han aceptado de buen grado que los chicos tienen que ir un mínimo de días y de horas para que el trabajo sea productivo.
Muchos padres han señalado que esa metodología de trabajo les ayudó a ordenarse familiarmente y a los niños a reconocer que tienen su momento para estar con sus compañeros, para disfrutar de esas tres horas mínimas que se les pide.
Para los docentes de Irutapé no hay niños problema y muchos de los que eran señalados como “problemáticos” han hecho evoluciones impresionantes porque tratan de no categorizar ni encasillar a los niños sino de respetar sus tiempos y ayudarlos a que se integren.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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