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Editorial: Niños y niñas con derechos

Además de celebrarles su Día, debiéramos los adultos ponernos a pensar sobre cómo hacer que se cumplan sus derechos universales.

Tienen que dejar de ser letra muerta las leyes. Particularmente las que establecen derechos para la niñez que están en numerosos tratados internacionales y que tienen rango constitucional en nuestro país.
Como declaración de principios es muy bonita la Ley 26.061 de “Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes”, pero incluye una serie de acciones que el estado en sus tres niveles debe encarar para que su puesta en marcha no resulte estéril.
La primera cuestión tiene que ver con los recursos. Nación-Provincia-municipios se echan en cara de que los recursos necesarios no llegan o llegan en forma insuficiente. Hasta que ese aspecto no esté claro como el agua no habrá avances significativos.
El segundo aspecto tiene que ver con el funcionamiento de los mecanismos previstos para los casos de niños, niñas y adolescentes en riesgo. Desaparecidas las figuras de los institutos, se ha producido un vacío que aún no se sabe cómo se arreglará. Muchos niños y adolescentes han sido devueltos a sus hogares sin haberse constatado que las condiciones para ese retorno eran las óptimas. El remedio podría ser tan malo como la enfermedad.
Asimismo, falta financiamiento para capacitar y organizar una red de profesionales de áreas afines que puedan intervenir en problemáticas y serles útiles a los juzgados de familias. Caroya, Jesús María, y Sinsacate cuentan con equipos idóneos pero no todos los municipios cuentan con ese grupo profesional.
Cambio de paradigma
La propuesta de la Ley 26.061 es pensar la niñez y la adolescencia desde un nuevo punto de vista donde sean sujetos de derecho y objetos de respeto. La postestad sobre ellos antes que prebendas trae aparejadas numerosas responsabilidades y vale la pena generar un ambiente familiar más democrático que el modelo actual.
Así de sencillo: también tienen derecho a no estar de acuerdo con nuestra forma de llevar adelante nuestra familia y eso no los transforma en enemigos. Debiéramos tomar apuntes cada vez que nos critican porque, seguramente, obtendremos grandes enseñanzas pa-ra la vida.
Es enojoso darles la razón, es cierto. Después de todo son pequeños, tienen menos experiencia, y han dado sobradas muestras de que un capricho los puede llevar a sacarnos de quicio. Pero no menos cierto es que tienen reflexiones agudas sobre muchas cosas de la vida y una sensibilidad particular que los hace permeables a prácticamente todo.
Lo de los regalos del Día del Niño quedaría solamente en la anécdota si no empezamos a ver a nuestros niños, niñas y adolescentes como personas que pueden tomar decisiones, que pueden ayudar a tomar decisiones, y que deben ser tenidas en cuenta a la hora de “programarles” la vida.
Eso pide la Ley y eso está pidiendo un grupo de organizaciones de la sociedad civil comprometida desde hace mucho tiempo con la problemática.
Que el interés superior del niño sea más que un slogan, que se naturalice esa mirada, que atraviese a las instituciones y sus referentes y que los niños sientan que realmente la sociedad tiene verdaderos deseos de cambiar la situación.
Después de todo, son nuestros hijos, sobrinos, hermanos, nietos, primos, bisnietos. Son la parte de la familia que nos alegra constantemente la vida. Y son el futuro de una mejor sociedad y país.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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