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La gran familia de La Casa de Matías celebra 16 años de amor y compromiso

Un domingo 22 de agosto pero de hace 16 años se iniciaba la historia de la familia Rodríguez con los que menos tienen. Desde entonces, muchos son los que pueden testimoniar ese compromiso.

La mesa de piedra sigue en el mismo lugar a la intemperie para testificar que allí comenzó todo con una comida caliente ofrecida a los hermanitos Arrieta mientras buscaban leña a la vera del río Guanusacate.
Algo se había movilizado en el interior de Roxana Rodríguez que la llevó a proponerle a su marido hacer algo para paliar el hambre, el frío, y la necesidad de contención de esos niños. Y como aquellos niños se sintieron contenidos empezaron a multiplicar el comentario entre sus conocidos y así nació la Casa de Matías, la que lleva el nombre del menor de los hermanitos Rodríguez, quien falleciera en un accidente que sigue pareciendo absurdo.
Lo que comenzó como un comedor y que llegó a ofrecer alimento a cerca de 80 niños, se fue transformando con los años en un hogar, en una gigantesca familia, mucho más grande que la familia que habían soñado Roxana y Luis “Luby” Rodríguez.
Desde aquel entonces, más de 200 personas han formado parte de esa familia y aun los que se fueron para formar sus propias familias se aparecen por la casa los fines de semana y comparten la tarde y unos mates con esos padres del corazón que son los Rodríguez.
Hay que ser muy sinceros en el sentido de que la institución no ha logrado ser del todo profeta en su tierra todavía como si precisara seguir rindiendo examen después de 16 años de permanencia. La sospecha de este cronista es que hay gente a la que no le cae simpática su mentora, Roxana, porque no se calla nada, porque canta las 40 cuando tiene que cantarlas, y porque no anda con eufemismos ni hipocresías.
Pero también hay que decir que mucha gente valiosa de la comunidad le brinda manos y aportes en forma permanente a La Casa de Matías que hacen que las críticas duelan menos, sin contar la enorme popularidad de la que goza la institución puertas afuera de la ciudad y que le ha valido cientos de publicaciones en diarios nacionales y provinciales y en revistas de todo tipo.
Más allá de las opiniones encontradas entre nuestros coterráneos, una cosa es cierta: los Rodríguez vinieron a saldar una cuenta que debiera resolver el Estado en todas sus dimensiones.
Y no lo hacen por el premio, ni lo hacen por los espacios en la prensa, ni lo hacen por agradar o desagradar al vecindario. Lo hacen porque alguien tiene que hacerlo. Lo hacen porque quieren y lo hacen porque son gente buena, de corazón, gente que se conmueve ante el dolor ajeno y que reacciona para hacer algo con ese dolor.

“Realmente somos una familia enorme y es tan lindo compartir todo eso”

¿Te acompaña un grupo de personas muy comprometido con la Fundación La Casa de Matías?
- No diría que se trata de una comisión, aunque lógicamente tenemos un presidente, un secretario, un tesorero, un revisador de cuentas, pero tenemos un grupo de voluntarios muy lindo que trabaja para La Casa de Matías. Tal es así que nos volvieron a dar un espacio para la exposición de la Sociedad Rural por la actuación que tuvimos el año pasado. Me acompaña mucho Tere Pemán, que no sólo me ayuda con el apoyo escolar sino que es muy gaucha y me acompaña a muchos lugares. Hay un grupo de mamás de la (Asociación Educativa) Pío León que se han involucrado mucho con nosotros y que nos ayudan bastante. Después tenemos los voluntarios del Intituto Villada de Córdoba que vienen desde hace 12 años que vienen y muchos de ellos ya son profesionales. Eso es fantástico para nosotros. La Casa de Matías cumple 16 años con un orgullo terrible, grande, y sin ayuda oficial. No debemos estar haciendo las cosas tan mal porque 200 chicos pasaron por la Casa de Matías

La primera mesa de piedra, donde empezó todo, sigue allí
- El otro día mirábamos una foto, la primera que nos hizo Álvaro Monge y estamos ahí con los chicos. Hemos ido avanzando como se puede, de a poco, en la medida de nuestras posibilidades y después con la ayuda del ingeniero Scagliotti y toda la gente de las empresas que colaboraron pudimos concretar lo del albergue que es una maravilla.

El albergue vino a solucionar una preocupación que tenían por chicos que necesitaban sentirse contenidos y alejados de algunas situaciones complejas
- Sí, pero porque ellos mismos lo pidieron. Ellos quisieron quedarse. No es que yo los obligué a quedarse por lo que pasaba en el barrio. Hay chicos que hace diez años que están acá, entre los que se quedan a dormir, y que vieron que hay otra forma de encarar la vida. Esos chicos no son ningunos tontos y no querían estar los fines de semana en el barrio. De hecho, hacía ocho meses que se quedaban dormir acá pero era un trastorno conseguir los colchones y todo eso. Y lo de un dormitorio para los chicos y uno para las chicas se convirtió en lo del albergue.

Aun sin Matías, tu familia era grande pero ¿soñaste con tener una familia gigantesca como la que tenés?
- Somos una familia. Acá no tenemos ningún personal rentado ni cocinero. El trabajo de la casa, del parque, de la huerta, de la cocina, es de los chicos. Los voluntarios son para la catequesis, el apoyo escolar, venir a jugar, pero el trabajo diario es el trabajo de los chicos.

Como en cualquier otra familia
- Y muy bien organizada. Últimamente, con el hecho de que los chicos cenan y duermen acá somos una familia enorme y es tan lindo compartir todo eso.

¿Cuáles fueron los momentos más felices de estos 16 años?
- Acá se han podido revertir muchas historias tristes. Pero hubo enormes alegrías como cuando pudimos agrandar el comedor, el primer egresado de la primaria, la llegada del primer nieto que es Pablito, el primer casamiento, o el hecho de que me visiten o me escriban son enormes satisfacciones.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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