De lunes a viernes y de marzo a diciembre


Por: Silvia Chalup (Profesora del IPEM 272 Domingo Fuastino Sarmiento)

Un doble homenaje para todos los maestros de la vida, a propĆ³sito de haberse celebrado el DĆ­a del Profesor, y para los alumnos.

Hace mucho tiempo, cuando los primeros hombres empezaron a reunirse y a formar comunidades, surgiĆ³ tambiĆ©n la necesidad de determinar cuĆ”l serĆ­a el oficio o rol que iba a desempeƱar cada uno dentro del sistema.
AsĆ­, estaba el encargado de organizar a los que debĆ­an trabajar la tierra, el que debĆ­a velar por la seguridad de los demĆ”s, la que se encargaba de alimentar y cuidar a los niƱos y ancianos, para que no les faltara nada. En fin, todas las ocupaciones que se relacionaban con la satisfacciĆ³n de las necesidades bĆ”sicas estaban cubiertas y nadie se quejaba de ello.
Sin embargo, comenzaron a surgir en las mentes de algunos de ellos ideas tales como que ā€œlos niƱos no iban a ser para siempre niƱosā€, y que los jĆ³venes no tendrĆ­an para siempre vigor al realizar los duros trabajos que les asignaban y que, en realidad, si no encontraban una soluciĆ³n rĆ”pida para el problema, la comunidad- que tanto les habĆ­a costado constituir- se desmoronarĆ­a hasta llegar a desintegrarse.
Consultaron a todos los miembros del pequeƱo pueblo, pero nadie acertaba a dar con una soluciĆ³n justa. Hasta que, del lugar mĆ”s apartado del salĆ³n donde se encontraban debatiendo se escuchĆ³ una voz que pedĆ­a permiso para dar su opiniĆ³n.
Todos miraron hacia atrĆ”s y se dieron con que el dueƱo de aquella voz era nada mĆ”s y nada menos que ā€œArtesā€, un anciano famoso en el lugar por no haber emitido nunca un juicio acerca de las cosas que ocurrĆ­an en la comunidad. SĆ³lo se contentaba con realizar en silencio pequeƱos adornos de alfarerĆ­a y cerĆ”mica.
La tesis del viejo era simple y resolvĆ­a a la perfecciĆ³n, y sin lugar a error, la incĆ³gnita que se les habĆ­a planteado a los mĆ”s jĆ³venes: enseƱar a los pequeƱos la tarea que realizaban sus padres, asĆ­ cuando Ć©stos llegaran a viejos no se preocuparĆ­an por el sostĆ©n de las familias, ya que un nuevo miembro de Ć©sta ocuparĆ­a el lugar y la comunidad seguirĆ­a funcionando a la perfecciĆ³n.
La idea fue aceptaba y puesta en prĆ”ctica de inmediato. Aunque no se quedaron con que era la idea del viejo ā€œArtesā€, sino que bautizaron al sistema de transmisiĆ³n de conocimientos con el nombre de ā€œartesanoā€. AsĆ­, a partir de ahora, era un ā€œartesanoā€ todo aquel que era diestro en algo y podĆ­a enseƱarlo a los demĆ”s, siempre y cuando el ā€œarteā€ que enseƱara no fuera perjudicial para el resto de los miembros de la comunidad, es decir, fuera un ā€œarte sanoā€.
El tiempo pasĆ³ y las denominaciones cambiaron. Artes envejeciĆ³ aĆŗn mĆ”s pero no perdiĆ³ el toque en las manualidades. AtrĆ”s habĆ­a quedado el nombre de Artes para designarlo, ahora era ā€œel maestroā€.
Los aƱos siguieron su curso y Artes muriĆ³. Las escuelas y universidades eran ahora las encargadas de enseƱar a los mĆ”s jĆ³venes el oficio de los mĆ”s viejos.
Pero aquellas dos palabras surgidas de esa pequeƱa comunidad tenĆ­an mucho peso en el vocabulario como para no ser adoptadas por las generaciones mĆ”s jĆ³venes, por lo que siguieron usĆ”ndolas, sĆ³lo que con un pequeƱo cambio en el significado de cada una de ellas: el artesano era todo aquel que se encargaba de las artes manuales y el maestro era el responsable de, desde un lugar fijo y pre establecido por los miembros de la sociedad, preparar a los jĆ³venes para que en el futuro pudieran desempeƱarse exitosamente en un oficio.
La lengua fue enriqueciĆ©ndose aĆŗn mĆ”s y el tĆ©rmino de maestro era muy genĆ©rico como para abarcar a todos aquellos dedicados a la enseƱanza de los diversos saberes, y mĆ”s porque eran muchos los que ya no se establecĆ­an en un solo lugar, sino que corrĆ­an de aquĆ­ para allĆ”, por los distintos puntos de la ciudad y hacĆ­an miles de malabares para llegar a fin de mes, por lo que surgiĆ³ una nueva palabrita, que todos conocemos y oĆ­mos comĆŗnmente, a veces expresada con alegrĆ­a, otras con lĆ”grimas, algunas de forma completa, otras apocopada, pero siempre con respeto: PROFESOR.
A todos ustedes: profesores, profes, les dedico este humilde escrito.
Para mis alumnos
Quiero contarles a mis alumnos lo que son para mĆ­ y hacerles sentir que cuando estoy en el aula disfruto y agradezco esa oportunidad que me da la vida de estar en contacto con ellos e, incluso, llego a pensar y a reflexionar sobre el significado de la palabra Alumno. Y sĆ­, tengo que remontarme al latĆ­n y decirles que la palabra significa ā€œsin luzā€ y contarles que cuando pienso en eso automĆ”ticamente me acuerdo de mis profes y de sus palabras incansables, siempre la misma idea: ā€œlos profes tienen una tarea importantĆ­sima porque son los encargados de prenderles la luz interior a los adolescentesā€. Sin embargo, y a pesar de que me encanta esa metĆ”fora (porque me hace sentir importante), no es Ć©sa la idea que tengo sobre ustedes, sobre mis alumnos. DirĆ­a que cuando pienso en ustedes siento que son ustedes, y no yo, los que tienen la luz, los que iluminan mis dĆ­as grises y rutinarios, los que me sacan una sonrisa, los que me enseƱan a vivir. Y sĆ³lo por eso es que me siento a escribirles, para decirles lo importantes que son para mĆ­ (sin ustedes serĆ­a una perfecta ignorante), para hacerles saber que cada dĆ­a de mi vida tiene un sentido y una anĆ©cdota en la que aparece alguno de ustedes y hace que al final del dĆ­a tenga algo que pasar por mi corazĆ³n, por recordar. Y entonces, ĀæcĆ³mo pasar por alto esta fecha y no detenerme a saludarlos y a homenajearlos? CĆ³mo no reconocer que con estudiantes como los de Quinto ā€œBā€ aprendĆ­ y entendĆ­ que el MartĆ­n Fierro no es para nada importante en la literatura, o cĆ³mo olvidar que los de Cuarto ā€œAā€ son los que me hacen corazones y flores de papel pero cuando llega la hora de hablar de lengua la cosa se complica, o no meditar al recordar a los de Cuarto ā€œDā€ leyendo la novela de GarcĆ­a MĆ”rquez y saber que despuĆ©s aprobaron dos, o no sonreir con los mensajitos que me dejan en el Facebook los de Sexto ā€œAā€ comentando mis fotos, o no morir de amor al mirar mi biblioteca y ver la estatuilla que me hicieron los de la tarde para premiarme por la paciencia que les tengo. CĆ³mo no sentir que vale la pena comprarme las cremas antiarrugas, pagarme el fonoaudiĆ³logo cuando me que-do sin voz, o ir a la peluquerĆ­a seguido para tapar las canas verdes que me salen, si se lo merecen. Porque sin ustedes mi profesiĆ³n no tendrĆ­a sentido. Porque con ustedes estoy descubriendo el riesgo que es tener hijos.Ā­Ā­
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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