
Por: Silvia Chalup (Profesora del IPEM 272 Domingo Fuastino Sarmiento)
Un doble homenaje para todos los maestros de la vida, a propĆ³sito de haberse celebrado el DĆa del Profesor, y para los alumnos.
Hace mucho tiempo, cuando los primeros hombres empezaron a reunirse y a formar comunidades, surgiĆ³ tambiĆ©n la necesidad de determinar cuĆ”l serĆa el oficio o rol que iba a desempeƱar cada uno dentro del sistema.
AsĆ, estaba el encargado de organizar a los que debĆan trabajar la tierra, el que debĆa velar por la seguridad de los demĆ”s, la que se encargaba de alimentar y cuidar a los niƱos y ancianos, para que no les faltara nada. En fin, todas las ocupaciones que se relacionaban con la satisfacciĆ³n de las necesidades bĆ”sicas estaban cubiertas y nadie se quejaba de ello.
Sin embargo, comenzaron a surgir en las mentes de algunos de ellos ideas tales como que ālos niƱos no iban a ser para siempre niƱosā, y que los jĆ³venes no tendrĆan para siempre vigor al realizar los duros trabajos que les asignaban y que, en realidad, si no encontraban una soluciĆ³n rĆ”pida para el problema, la comunidad- que tanto les habĆa costado constituir- se desmoronarĆa hasta llegar a desintegrarse.
Consultaron a todos los miembros del pequeƱo pueblo, pero nadie acertaba a dar con una soluciĆ³n justa. Hasta que, del lugar mĆ”s apartado del salĆ³n donde se encontraban debatiendo se escuchĆ³ una voz que pedĆa permiso para dar su opiniĆ³n.
Todos miraron hacia atrĆ”s y se dieron con que el dueƱo de aquella voz era nada mĆ”s y nada menos que āArtesā, un anciano famoso en el lugar por no haber emitido nunca un juicio acerca de las cosas que ocurrĆan en la comunidad. SĆ³lo se contentaba con realizar en silencio pequeƱos adornos de alfarerĆa y cerĆ”mica.
La tesis del viejo era simple y resolvĆa a la perfecciĆ³n, y sin lugar a error, la incĆ³gnita que se les habĆa planteado a los mĆ”s jĆ³venes: enseƱar a los pequeƱos la tarea que realizaban sus padres, asĆ cuando Ć©stos llegaran a viejos no se preocuparĆan por el sostĆ©n de las familias, ya que un nuevo miembro de Ć©sta ocuparĆa el lugar y la comunidad seguirĆa funcionando a la perfecciĆ³n.
La idea fue aceptaba y puesta en prĆ”ctica de inmediato. Aunque no se quedaron con que era la idea del viejo āArtesā, sino que bautizaron al sistema de transmisiĆ³n de conocimientos con el nombre de āartesanoā. AsĆ, a partir de ahora, era un āartesanoā todo aquel que era diestro en algo y podĆa enseƱarlo a los demĆ”s, siempre y cuando el āarteā que enseƱara no fuera perjudicial para el resto de los miembros de la comunidad, es decir, fuera un āarte sanoā.
El tiempo pasĆ³ y las denominaciones cambiaron. Artes envejeciĆ³ aĆŗn mĆ”s pero no perdiĆ³ el toque en las manualidades. AtrĆ”s habĆa quedado el nombre de Artes para designarlo, ahora era āel maestroā.
Los aƱos siguieron su curso y Artes muriĆ³. Las escuelas y universidades eran ahora las encargadas de enseƱar a los mĆ”s jĆ³venes el oficio de los mĆ”s viejos.
Pero aquellas dos palabras surgidas de esa pequeƱa comunidad tenĆan mucho peso en el vocabulario como para no ser adoptadas por las generaciones mĆ”s jĆ³venes, por lo que siguieron usĆ”ndolas, sĆ³lo que con un pequeƱo cambio en el significado de cada una de ellas: el artesano era todo aquel que se encargaba de las artes manuales y el maestro era el responsable de, desde un lugar fijo y pre establecido por los miembros de la sociedad, preparar a los jĆ³venes para que en el futuro pudieran desempeƱarse exitosamente en un oficio.
La lengua fue enriqueciĆ©ndose aĆŗn mĆ”s y el tĆ©rmino de maestro era muy genĆ©rico como para abarcar a todos aquellos dedicados a la enseƱanza de los diversos saberes, y mĆ”s porque eran muchos los que ya no se establecĆan en un solo lugar, sino que corrĆan de aquĆ para allĆ”, por los distintos puntos de la ciudad y hacĆan miles de malabares para llegar a fin de mes, por lo que surgiĆ³ una nueva palabrita, que todos conocemos y oĆmos comĆŗnmente, a veces expresada con alegrĆa, otras con lĆ”grimas, algunas de forma completa, otras apocopada, pero siempre con respeto: PROFESOR.
A todos ustedes: profesores, profes, les dedico este humilde escrito.
Para mis alumnos
Quiero contarles a mis alumnos lo que son para mĆ y hacerles sentir que cuando estoy en el aula disfruto y agradezco esa oportunidad que me da la vida de estar en contacto con ellos e, incluso, llego a pensar y a reflexionar sobre el significado de la palabra Alumno. Y sĆ, tengo que remontarme al latĆn y decirles que la palabra significa āsin luzā y contarles que cuando pienso en eso automĆ”ticamente me acuerdo de mis profes y de sus palabras incansables, siempre la misma idea: ālos profes tienen una tarea importantĆsima porque son los encargados de prenderles la luz interior a los adolescentesā. Sin embargo, y a pesar de que me encanta esa metĆ”fora (porque me hace sentir importante), no es Ć©sa la idea que tengo sobre ustedes, sobre mis alumnos. DirĆa que cuando pienso en ustedes siento que son ustedes, y no yo, los que tienen la luz, los que iluminan mis dĆas grises y rutinarios, los que me sacan una sonrisa, los que me enseƱan a vivir. Y sĆ³lo por eso es que me siento a escribirles, para decirles lo importantes que son para mĆ (sin ustedes serĆa una perfecta ignorante), para hacerles saber que cada dĆa de mi vida tiene un sentido y una anĆ©cdota en la que aparece alguno de ustedes y hace que al final del dĆa tenga algo que pasar por mi corazĆ³n, por recordar. Y entonces, ĀæcĆ³mo pasar por alto esta fecha y no detenerme a saludarlos y a homenajearlos? CĆ³mo no reconocer que con estudiantes como los de Quinto āBā aprendĆ y entendĆ que el MartĆn Fierro no es para nada importante en la literatura, o cĆ³mo olvidar que los de Cuarto āAā son los que me hacen corazones y flores de papel pero cuando llega la hora de hablar de lengua la cosa se complica, o no meditar al recordar a los de Cuarto āDā leyendo la novela de GarcĆa MĆ”rquez y saber que despuĆ©s aprobaron dos, o no sonreir con los mensajitos que me dejan en el Facebook los de Sexto āAā comentando mis fotos, o no morir de amor al mirar mi biblioteca y ver la estatuilla que me hicieron los de la tarde para premiarme por la paciencia que les tengo. CĆ³mo no sentir que vale la pena comprarme las cremas antiarrugas, pagarme el fonoaudiĆ³logo cuando me que-do sin voz, o ir a la peluquerĆa seguido para tapar las canas verdes que me salen, si se lo merecen. Porque sin ustedes mi profesiĆ³n no tendrĆa sentido. Porque con ustedes estoy descubriendo el riesgo que es tener hijos.ĀĀ
No hay comentarios:
Publicar un comentario