En un año, el municipio de Jesús María evitó que se entierren en el basural unas 40 mil unidades de pilas usadas, y es la primera medida de protección.
Desde septiembre del año pasado, el municipio de Jesús María encaró un trabajo para gestionar mejor el destino de las pilas de uso hogareño de modo que se impida que se sigan enterrando ya que su carga contaminante es muy alta. Desde ese entonces, se vienen contabilizando las pilas por unidad (no por tamaño ni peso) y se logró impedir que se entierren unas 40 mil unidades.
El municipio se abocó desde que comenzó a implementar el programa a la distribución de botellones plásticos en lugares estratégicos como escuelas, supermercados, entidades públicas, y el propio edificio municipal para que la gente deposite allí sus unidades usadas.
Paralelamente, se brindaron charlas en los colegios en los que se les explicó la importancia de no tirar las pilas junto con la basura domiciliaria, haciendo un sencillo cálculo matemático: se calcula que en Jesús María cada habitante utiliza al menos diez pilas por año. Si somos 33 mil habitantes, hay 330 mil pilas a las que hay que darles un destino diferente al del resto de los residuos.
¿Qué implica para el municipio que la pila vaya al mismo lugar que los residuos domiciliarios? Que estos últimos se transformen en residuos peligrosos por la contaminación a la que se ven expuestos por las pilas que contienen litio y otros elementos químicos de alto poder contaminante.
Cómo se inactivan
Fracasadas las gestiones para llevar las pilas de Jesús María para hacerles un enterramiento blindado en el predio de Potrero del Estado, el municipio dispuso hacerles un tratamiento a esos residuos con la misma sugerencia que les hizo la gente de Bouwer.
En los botellones plásticos, entran unas 350 unidades que tienen un peso de unos diez kilogramos. Una vez que se llega al tope de la capacidad se sella con una tapa y así se los coloca en tambores de 200 litros a los que se les va incorporando cemento hasta que quedan completamente tapados.
Las primeras 20 mil pilas las colocaron, sin sacarlas de sus recipientes plásticos contenedores, en tres tambores de 200 litros.
“¡20 mil pilas que no entraron al basural! Para mí es todo un logro. Y ahora tenemos otras 20 mil más para aplicarles el mismo proceso. Lo óptimo sería que se pudieran reciclar las pilas, pero mientras tanto me parece que ésta es una buena alternativa hasta que avancemos en aquel sentido”, señaló José Luis Conte, responsable de Bromatología municipal y referente del área de saneamiento.
Hoy, en Argentina no hay establecimientos que se encarguen de reciclar pilas usadas. De modo que aunque el que aplique Jesús María no sea el mejor método, al menos es un comienzo para impedir la contaminación que genera la descomposición de las pilas cuan-do se entierran con la basura común.
“Por lo menos creo que es un pasito a nivel ambiental hasta que se encuentre un tratamiento más adecuado. Lo hago con mucho orgullo y lo voy a seguir haciendo porque tengo el respaldo de las autoridades que entendieron que éste es el mejor camino”, concluyó Con-te.
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