Editorial: La impronta de un presidente que hizo de todo menos dejarnos indiferentes

Néstor Carlos Kirchner representó para Argentina lo que Clint Eastwood a la pacata sociedad norteamericana.

Los amantes del cine reconocerán en Clint Eastwood a un director notable. Su filmografía está llena de­­ problemáticas sobre las que la sociedad norteamericana preferiría no discutir.
Piénsese en la deliciosa “Los Puentes de Madison” que versa sobre la posibilidad de encontrar un/una amante en la edad adulta y sin que eso signifique patear el tablero de la relación matrimonial estable y del modelo de familia estandarizado.
Otra nota disonante la ofrece Eastwood cuando plantea la eutanasia en la dolorosa “Million dolar baby” y el dilema sobre qué hacer cuando el enfermo pide, suplica, implora que lo desconecten, que prefiere la muerte a una vida semi-vida.
Ni qué decir de “Gran Torino” donde la cuestión pasa por la xenofobia, el racismo, la discriminación al inmigrante, y toda la multitud de problemáticas que tiene norteamérica con el extranjero que llega a poblar sus tierras.
Muchos podrán ver en Clint Eastwood a un notable director y un regular actor capaz de construir historias que motiven la reflexión, pero lo cierto es que la filmografía de Eastwood también merece una lectura política porque resulta una crítica a la pacatería de la sociedad norteamericana que “discursea” bien sobre la libertad de expresión y de conciencia pero no tiene resueltos aspectos claves de la sociedad moderna.
Pues a este semanario le ocurre reflexionar que Néstor Carlos Kirchner le tocó ser el Clint Eastwood de nuestro país porque metió el dedo en la llaga, presionó la herida y nos obligó a reprensar en las prácticas y en la naturalización de órdenes que debían, necesariamente, ser replanteados.
Cualquier argentino celebró el día en que ordenaron retirar de la galería de los “presidentes” los cuadros de los dictadores que usurparon el poder durante los regímenes de facto. Esos señores fueron presidentes por la fuerza, nadie los había elegido, y sembraron el terror durante el período en que les tocó administrar los destinos del país.
Hasta Kirchner, nadie se había animado a tamaña osadía. Nadie se había animado tampoco a plantear con claridad que los delitos de lesa humanidad nunca se prescriben ni que pueda haber ley que ordene lo contrario.
Claro, muchos veían en ello una amenaza a la institucionalidad de la Nación pero omitían recordar que dicha institucionalidad había sido violentada por aquellos señores y que muchos compatriotas llevan por su culpa el triste mote de “desaparecido”.
Hasta él, nadie se había animado a destronar a la Corte Suprema adicta que jamás se pronunciaba en favor de pueblo y siempre lo hacía en función de las conveniencias del poder de turno. Acabó con la mayoría automática de la Justicia.
Se negó a renegociar los contratos con las empresas extranjeras que tenían la privatización de los servicios y les obligó a mantener precios que no dispararan la inflación y que les permitiera a los ciudadanos contar con ellos a valores razonables.
Hizo relevos en las fuerzas de seguridad como la Policía Federal, y las Fuerzas Armadas, para demostrar que el poder civil mandaba sobre el poder militar.
Le impidió al FMI que se inmiscuyera en materia de polítca económica y con el pago adelantado de la deuda con ese organismo prácticamente lo expulsó de nuestro país.
Hizo investigar a Carlos Saúl Menem con exhortos a la Justicia de Suiza para investigar la posible existencia de cuentas que confirmaran que el ex presidente se había enriquecido en forma ilícita.
Y comenzó a hablar de la “transversalidad” que le sirvió para mantener aliados dentro de su propio partido pero también por fuera de la estructura del Partido Justicialista. De hecho, que no se olviden los referentes políticos locales de que en algún momento se manifestaron como parte de ese proyecto transversal.
Kirchner tenía la enorme responsabilidad de volver a motorizar un país que había descendido al subsuelo tras la inoperancia absoluta de Fernando De la Rúa y la crisis de 2001/2002. En términos económicos, el período 2003/2007 fue impresionante desde todo punto de vista, ayudado por una tendencia alcista mundial y la confianza que generaba sentado sobre las arcas del tesoro nacional Roberto Lavagna.
Los que creían que ya se había debatido todo lo que había que debatir estaban equivocados: Kirchner estaba dispuesto a meter el dedo en la llaga mucho más y a cuestionar un modelo y una década que para muchos argentinos representan la tristeza y la vergüenza: la del tiempo en que el neoliberalismo expulsó del sistema a muchos compatriotas y nos puso a merced de las corporaciones económicas y los organismos supranacionales como el FMI.
Muchos no entendieron de qué hablaba al referirse al proyecto “nacional y popular”, pero lo cierto es que se trataba de un proyecto cuando la oposición no ofrecía ninguna alternativa diferente ni mejor. Se podrá o no coincidir con un proyecto o un modelo de país pero con criticarlo ya no basta.
Después de todo lo que antecede, se abrirá el interrogante en los lectores respecto de la posición de Primer Día frente a Kirchner y, seguramente, muchos pensarán que hay una adhesión implícita a su programa de gobierno. Pues la verdad es que no por más contradictorio que parezca.
Pero este semanario viene insistiendo desde la comunicación en que tiene que darse un proceso de construcción diferente al que tuvimos. Kirchner hizo muchas cosas buenas que otros tendrán que continuar y, seguramente, mejorar. Kirchner no fue el mejor presidente que tuvimos pero fue bastante mejor que unos cuantos que nos llenaron de promesas y nos devolvieron desilusiones.
No habrá, de ahora en más, ninguna posibilidad de que otro político mesiánico plantee que la patria comienza con él y que antes de él “la nada”. Tenemos que aprender los ciudadanos argentinos a exigirles a los gobernantes que hagan proyectos a largo plazo, 20 años como mínimo y que esos proyectos contemplen acceso a la vivienda y el trabajo, mayor inversión educativa, inclusión de los sectores marginales, reducción de la pobreza, protección del ambiente y los recursos naturales, erradicación de enfermedades vinculadas con la pobreza, entre otras vitales cuestiones.
Kirchner representó un punto de inflexión en un país que consintió la hipocresía y el despojo durante mucho tiempo. Ojalá que los políticos que siguen tengan mejores proyectos y que nos encaminen hacia un proceso virtuoso como sociedad y como país.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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