
“Desde el advenimiento de la era nuclear, todo ha cambiado, Excepto la forma en que la gente piensa, de modo que, vamos a la deriva, hacia una catástrofe en paralelo.”
Albert Einstein
Nuestro mundo y nosotros en él, hemos venido conviviendo dentro de realidades imaginadas por hombres y mujeres. Los sueños son la base, luego vendrán los constructores de la “realidad”. Ésta no es preexistente. Lo atestiguan todo lo que los seres humanos estamos construyendo de manera constante.
Los sueños necesitan interpretaciones, la “realidad” necesita de lógica pura, porque es un reaseguro sobre los miedos infinitos que nos rodean y que todos tienen que ver con la finitud de nuestras vidas. Ese temor hace difícil “aprehender el sentido de lo presente” que contiene para cada uno de los humanos: el vivir.
Durante siglos hemos venido construyendo realidades que se han ido descubriendo como certezas y equivocaciones, pero estas últimas se niegan a ceder por otras nuevas como sucede ya en el presente siglo. No hay, ni habrá fin del mundo.
Cuando hablamos del final es escapar de aceptar que los cambios son ciclos universales, porque el cosmos en su devenir cíclico-sincrónico vuelve a empezar continuamente en un infinito perpetuo. Debemos aceptar que el tiempo presente, con la cosmovisión que se tiene, está siendo superada. El hombre y la mujer sienten en su interioridad que han llegado a un límite de esta construcción de sus realidades que ya no los contiene y que deben buscar tareas superadoras. El modo de producción, de pensar en lo ideológico-religioso están llevando a un paroxismo individual y universal de locura y muerte a este planeta. Habitantes que se niegan aceptar que estamos girando en redondo sobre noso-tros mismos y negamos que ya no podemos vivir en la creación del tiempo artificial y el uso de calendarios que han medido un modo de transcurrir las edades con características que han sido superadas desde lo científico y tecnológico y por la superación de barreras psíquicas que van comprendiendo cada vez, aunque con contradicciones, como le corresponde al hombre, nuevas etapas evolutivas del ser humano.
Por ello, no contiene a nadie el presente de producción de bienes (sociales, culturales, industriales, etc) para “tener”. Es tanta la cantidad de materia para consumir que recuerda aquello de la canción de Serrat:”...al olor de la flor, se le olvida a la flor...”, valga: un sin sentido vacía su interioridad.
Cuando todo a su alrededor, como en el presente social y cultural, lo despoja de su bagaje espiritual, por velocidad, ambigüedad, dogmatismo ideológico-religioso: la ira, el inconformismo, la inquietud, el miedo en definitiva, hacen a la aparición de la intolerancia y la violencia general. Mirarse el ombligo puede implicar alejarse y desentenderse, o bien tratar de que el universo individual saque de allí respuestas que nos merezcan ser habitantes de este hermoso y bendito planeta llamada Tierra.
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