Editorial: No todo lo que brilla es oro y no toda información es verdad

Nunca tan abiertamente un gobierno se enfrentó con un sector de la prensa y nunca hubo tampoco un River-Boca tan irreconciliable.

Escribir es uno de los oficios más difíciles del mundo, no tengo dudas sobre eso. Se trata de enlazar palabras en oraciones que son a su vez reflejos de ideas o construcciones de pensamiento. Pero no es lo mismo ser un escritor de ficción que un escritor-relator de la actualidad.
Quienes abrazan la última faceta de la escritura generalmente pasaron por alguna cátedra de periodismo o de comunicación social y aprenden que la escritura entraña una serie de condiciones: que la información que contiene sea concisa, precisa, veraz, que tenga un sentido de servicio social, y que trate por todos los medios de ser objetiva.
Se trata de contar lo que pasa tal como pasa y sin añadidos personales.
Eso implica una tarea sobrehumana para quien se sienta a la máquina (antes, de escribir; ahora, una computadora) porque tiene que poner empeño en que lo que escribe esté lo menos teñido posible de ideologías, convicciones, y creencias.
La imposibilidad de abstracción derivará, sin dudas, en un texto parcial, interesado, servil, y poco útil a la comunidad.
El gran problema de estos tiempos es que muchos comunicadores tienen incapacidad para generar textos objetivos y tienen incapacidad de analizar los hechos con los filtros que mencionábamos en el párrafo anterior.
Ahora parece que todo comunicador que de desempeñe en un multimedio importante merece el mote de “canalla” y todo comunicador que se siente en una mesa a defender una gestión de gobierno se cree merecedor del adjetivo “valiente”.
Y este River-Boca que se ve en nuestros días no hace más que confundir al ciudadano común que termina en el peor de los ateísmos informativos y ya no quiere creer en nada. Tan engañosa parece la información que surge del grupo Clarín como la que surge de los profetas del modelo nacional y popular. Si todos ellos tienen razón, ninguno de ellos la tiene, podría completarse la secuencia lógica de pensamiento.
Y lo cierto es que, sacando a los medios de comunicación, pocas son las instancias en las que los hechos que produce el estado sean puestos de relieve y sean motivo de debate público. O, al menos, esa fue la tendencia de los últimos 40 años.
La globalización trajo aparejada una comunicación altamente efectiva e instantánea. Desde cualquier página personal Facebook o Twitter, se pueden colgar informaciones y apreciaciones, incluso sentencias. Lo triste de este modelo es cuando se convalida algo como cierto y veraz sin habernos movido siquiera de la silla de la computadora.
Habrá que construir nuevos mecanismos de debate público sobre el dinero que los vecinos depositan en el Estado para que éste preste servicios. No será a través de los medios de comunicación tradicionales, pero seguro que tampoco puede ser desde una compu, sin salir a la calle, sin mirar la realidad que hay que cambiar.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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