Bulygin exaltó el valor de la libertad

El filósofo del derecho de origen ruso expuso en Jesús María un trabajo que presentó por primera vez en 1978 y que compatibiliza la omnipotencia divina con el libre albedrío.

Eugenio Bulygin es abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales, además de autor de 15 libros y 137 artículos traducidos a varios idiomas. Su amistad con Marcos Mc Hardy, presidente de la Sociedad Rural de Jesús María, permitió que los vecinos de la zona puedan disfrutar de una charla en la que abordó las cuestiones que hacen a la creencia de gran parte de oriente.
El tema que eligió para exponer ante un auditorio lleno en Cabildo y lejos de su trabajo como filósofo del derecho fue “Omnipotencia, Omnisciencia, y Libertad”. Lo primero que surge de la charla con Bulygin es cuál es la relación entre el que todo lo puede (omnipotente) y todo lo sabe (omnisciente) -atributos divinos- con la libertad que es el don que más aprecia la humanidad: “La idea es si es compatible la omnipotencia y la omnisciencia con la libertad humana porque en la tradición cristiana Dios tiene ciertos atributos y el tema es hasta qué punto eso es compatible con la libertad humana”.
La libertad humana, para Bulygin, es central porque sin libertad no hay posibilidad de bien o mal. “Puede justificarse la existencia de mal en el mundo con el argumento de la libertad, es decir, Dios crea al hombre libre para que ejecute sus acciones bien o mal”, completó el especialista en derecho.
Bulygin es ucraniano de nacimiento y pese a que vive hace más de 50 años en nuestro país, conserva al acento característico de su madre patria. Y aunque habla de Dios con mucha soltura, se señala a sí mismo como agnóstico.
“¿Qué quiere decir que Dios puede hacer todo?. Por empezar, Dios no puede hacer todo y tampoco saber todo y son esas restricciones las que me gusta destacar”, afirmó Bulygin en los primeros tramos de su exposición.
Bulygin intentó mostrar que la existencia del mal moral en este mundo, junto a la posibilidad lógica de que exista un mundo moralmente mejor que el real, es compatible con la existencia de un Dios omnipotente, omnisciente, y bueno.
Un problema central de la tesis de Bulygin es explicar por qué Dios, siendo omnipotente (además de omnisciente y bueno), no puede crear un mundo moralmente mejor que el actual, por ejemplo, un mundo donde los hombres actúen siempre bien y en forma libre. El otro problema importante del que Bulygin se ocupó es el famoso problema de cómo compatibilizar la omnisciencia divina con el libre albedrío.
La ingeniosa solución que Bulygin propuso a este segundo problema tiene su correlato con una tesis atribuida a Aristóteles según la cual las proposiciones que versan sobre hechos futuros que dependen de actos humanos libres (sobre “futuros contingentes”) no son verdaderas ni falsas. Ser omnisciente significa conocer todas (pero sólo) las proposiciones verdaderas. De ello infiere que, dado que las proposiciones acerca de futuros contingentes no son verdaderas (ni falsas), el hecho de que Dios no las conozca no menoscaba en absoluto su omnisciencia. O mejor dicho, la omnisciencia de Dios, al no implicar su conocimiento de todas nuestras futuras acciones, es compatible con el libre albedrío.
“La respuesta siempre será, y no es mía la definición, que Dios crea un hombre libre que puede hacer bien y hacer mal, que puede elegir bien y elegir mal. La libertad consiste en la posibilidad de elegir lo que quiere decir que no toda conducta humana está determinada por causas antecedentes. Que uno nazca petiso o alto esta determinado por hechos que escapan a la posibilidad nuestra pero cuando se trata de elegir es diferente”, completó el pensador.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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