Editorial: El lugar de la militancia

La democracia se alimenta de diálogos pero más florece en la discusión y en la confrontación por las mejores ideas para el país.

Alguien se dio cuenta, alguna vez, del poder de penetración de los medios masivos de comunicación y en ese mismo instante nació la necesidad de presentar propuestas políticas a audiencias mayores sin tener que someterse al duro trajín de recorrer circuito tras circuito. Dicho en otros términos, la televisión se comió a la antigua campaña política, tanto que resulta impensable concretar hoy una campaña sin televisión.
¿Ventajas?. En horarios de grandes ratings, la presencia en la pantalla asegura millones de escuchas y potenciales “votantes”, más la propagación de propuestas a un público al que de otra manera sería imposible llegar. El mensaje llega a las grandes urbes y a las pequeñas comunas por igual. Sólo basta tener el televisor prendido.
¿Desventajas?. Cada segundo de pantalla “caliente” tiene un costo exorbitante que perjudica al candidato que menos recursos económicos tiene, aunque tenga mejores propuestas y proyectos. Los segundos de pantalla “caliente” son en programas donde el escándalo y la chabacanería están a la orden del día, razón por la que ponerse serio en esos espacios resulta una contradicción. Pero los políticos han demostrado que son capaces de mimetizarse en ese espacio y aparecen allí “cancheros”, pero no se les cae ni una sola idea sobre cómo torcer el rumbo de un país en el que siguen faltando oportunidades.
La pregunta que subyace a esta realidad es si se podrá cambiar en el futuro esta manera de hacer política o si se profundizará la metodología incluyendo a Internet y sus redes sociales y blogs, y la telefonía móvil con los mensajes de texto. Todo parece apuntar a que no se apartará del avance de las nuevas tecnologías.
Pero lo crítico no es que desaparezca la campaña en el comité o en la unidad básica y que se traslade a otros espacios. Lo crítico es que están desapareciendo los comités y las unidades básicas por falta de militancia que deriva en falta de militantes. Y nuestra constitución no prevé otra forma de participación que no sea a través de los partidos políticos. Ése es el dilema que habrá que resolver. Cómo lograr que los partidos recuperen a sus militantes y que sigan siendo espacios de formación para la vida política y, fundamentalmente, para la vida democrática.
Sin ese espacio de formación, más pobre es el desempeño que tienen quienes nos representan en la ciudad, la provincia, y el país. Políticos pobres devienen en pobres políticas para nuestra sociedad. Para muestra, baste un botón. La discusión entre oficialismo y oposición avergüenza a un gran sector de la sociedad al que le cuesta ver un futuro diferente para nuestra patria.
Pero tan criticable resulta la actitud de la clase política como de la ciudadanía que asiste impávida a este espectáculo sin pensar que en esta cuestión no somos espectadores sino parte de la escena y una parte vital de ella, por cierto. De la falta de formación política podremos culpar a los partidos políticos pero de nuestra falta de compromiso ciudadano ¿A quién culparemos?. Si no militancia política, debiera florecer la militancia ciudadana, la que ponga en debate los temas que realmente hay que resolver y con caracter de urgencia.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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