Mujeres de Jesús María narraron cómo hicieron para decirle basta a la violencia

Participan del programa municipal de violencia familiar donde tienen asesoramiento legal y psicológico, pero además cuentan con un espacio terapéutico grupal en el que comparten su problemática.

El 25 de noviembre fue declarado Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer durante un congreso celebrado en Colombia en 1981. Desde entonces, muchas organizaciones se fueron plegando a este reclamo para que cese todo tipo de violencia contra las mujeres.
En nuestra zona, la fecha se viene conmemorando desde hace varios años con una suelta simbólica de globos blancos, con la pintada de murales alusivos, entrega de folletos, calcomanías, y con la entrega de las cintas  violetas que simbolizan la lucha.
En conmemoración de esta fecha, Primer Día quiere acercarles algunos testimonios de mujeres que viven en Jesús María y que fueron víctimas de algún tipo de violencia.
Contrariamente a lo que muchos podrían suponer, la violencia física suele ser el epílogo de una violencia que comienza con la descalificación verbal -que se conoce también como violencia psicológica- y también como violencia económica que es cuando la pareja le restringe el acceso al dinero y pone a la mujer en una situación angustiante porque no llega siquiera a poder comprar los alimentos que le permiten subsistir.
Son testimonios de vecinas que se cruzan con nosotros en el centro o haciendo las compras y nada hace sospechar que vienen de padecer un infierno en su propia casa, junto a quienes se supone eran las personas que habían elegido para compartir la vida. Son valientes testimonios de mujeres que pudieron decir basta justo a tiempo.
“Cuando la violencia se transforma en un modo crónico de comunicación entre los integrantes de un sistema familiar, se instala la posibilidad de un ciclo transgeneracional de la violencia. Es decir, cuando el sufrimiento de las víctimas no se verbaliza ni se reconoce socialmente, el riesgo de que se exprese mediante comportamientos violentos es alto”, señaló la licenciada en Psicología Florencia Ozán del Programa de Atención a la Violencia Familiar de Jesús María. La advertencia vino a corolario de lo que añadió después: “Nuevas situaciones de violencia producirán nuevas víctimas que podrán transformarse, a su vez, en victimarios. De ahí, la importancia en las actividades de prevención a través de las cuales se pueden desmitificar sistemas de creencias culturales que promueven la desigualdad de género y también desnaturalizar dichas ecologías familiares violentas de modo de que se corte el ciclo de la violencia”.
De ahí, a que el abordaje desde el programa municipal sea multidisciplinario ya que operan psicólogos, abogados, y trabajadores sociales acompañando a la víctima de violencia.

En primera persona
Ella prefiere que la llamen, ahora, por su segundo nombre: Ariana. Tiene 40 años y vive en barrio 17 de octubre. Vivió con un violento más de 18 años. Los primeros episodios de violencia se remontaban a la época en que estaban de novios.
“El era violento desde la adolescencia, pero en esa época no hablábamos mucho de este tema. La familia te decía ‘aguantá’, ‘ya va a pasar’, ‘va a cambiar’, y me casé igual”, narró.
Pese a que el hombre la sometía a todo tipo de golpiza y de maltrato, hasta el punto tal de temer por su vida en algún momento, Ariana no era capaz de rebelarse contra eso. Fueron sus hijas las que la pusieron contra las cuerdas amenazándola con que iban a abandonar la casa. “Uno aguanta por los hijos y piensa siempre que esa persona va a cambiar. En realidad, es todo mentira. No cambia nunca, sigue siendo violento”, agregó.
Fue capaz de superar el miedo que le daba la situación y siguió el consejo de una vecina que estaba en el programa y se animó a poner en palabras toda su frustración.
El caso de Delia es distinto. Vive en barrio Vicente Agüero  y se enteró este año que su ex pareja había sido violento con sus hijos y estos le habían ocultado esta información. La noticia cayó como un balde agua fría. Por sus hijos, Delia prefiere no exponerse ni aportar mayores datos, pero aun así brindó su testimonio.
“Yo nunca me di cuenta que mis hijos pasaban por eso. Lo descubrí este año porque mis hijos tienen buena relación con sus primos y a través de unos mensajes de texto se supo lo que le estaba pasando a varios niños. Ahí, mis hijos se animaron a hablar y contarme lo que había pasado. No sabía para donde ir”, contó.
“Pasaron 15 años y recién ahora alguien se animó a hablar. Nunca me di cuenta de lo que estaba pasando, que mis hijos estaban atravesando situaciones feas, que había otros chicos implicados. Cuando me separé, me vine a Córdoba. Sentí horror, espanto y aprendí que este tipo de personas tienen la capacidad de hacer que uno no se de cuenta lo que pasa. Conmigo las cosas estaban relativamente bien, aunque no siempre”, aportó.
La siguiente pareja de Delia también se comportó con violencia hacia ella y llegó a pensar que el violento los iba a matar a todos en la casa. El grupo fue para ella una bendición.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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