Editorial: Contra la violencia hacia las mujeres

La era de las cavernas ya pasó y la sociedad debiera comenzar a condenar la actitud de los “trogloditas” que se creen con más derechos que su pareja.

El Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe  tuvo lugar en Bogotá (Colombia) durante julio de 1981. En esa oportunidad, se decidió declarar al 25 de noviembre como Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer.
Se puso esa fecha para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y Maria Teresa), tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 en manos por la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en República Dominicana.
Sus cadáveres destrozados aparecieron en el fondo de un precipio. Para el movimiento popular y feminista de República Dominicana históricamente estas mujeres han simbolizado la lucha y la resistencia.
La importancia de aquel encuentro de 1981 radica en que, pro primera vez, y con énfasis se denunciaron la violencia de género a nivel doméstico y la violación y el acoso sexual a nivel de Estados, incluyendo la tortura y los abusos sufridos por prisioneras políticas.
En ese encuentro quedó de manifiesto que muchas mujeres eran sometidas brutalmente dentro de su propio hogar y por su propia pareja. Violaciones, golpes, insultos, desprecios, y sometimiento fueron los ingredientes de un cóctel que concluía en muchos casos con el femicidio.
Parece mentira, pero hay que acudir a las estadísticas para comprender este fenómeno de violencia creciente contra la mujer.
Según consigna el diario Página 12 en una nota de agosto de este año, un relevamiento del Observatorio de Femicidios en la Argentina arrojó que, en el primer semestre, ocurrieron 119 homicidios de mujeres por violencia machista. En al menos 16 casos, habían llegado a hacer denuncias. Por estas muertes, 161 hijas e hijos perdieron a su madre.
La cifra significa que cada tres días dos mujeres fueron asesinadas en el país por el hecho de ser mujeres. En siete de cada diez casos, el presunto agresor resultó el marido o ex pareja de la víctima. Uno de los daños colaterales más dramáticos de los femicidios es la cantidad de chicos y chicas que quedan huérfanos brutalmente. El año pasado hubo al menos 260 femicidios, según el relevamiento de la ONG.
La estadística muestra que de los 119 femicidios, 34 ocurrieron en la vivienda compartida con el femicida y 25 en la de la víctima, lo que significa que la propia casa puede resultar más peligrosa que la vía pública para muchas mujeres que se enfrentan al drama de la violencia doméstica. Otros 40 femicidios tuvieron lugar en la calle. La mayor parte de las mujeres muertas como consecuencia de la violencia machista tenían entre 19 y 50 años.
Nuestra región no ha tenido que cronicar todavía, la ejecución de algún femicidio, aunque hemos estado cerca. Hace pocos domingos un hombre acuchilló en el hombro izquierdo en dos oportunidades a su pareja. El agresor estaba ebrio y del hombro izquierdo al corazón de la mujer había poca distancia. Pudo haber terminado en tragedia.
Atrapada en el círculo de violencia, la mujer se presentó a los pocos días a pedir que dejen volver al agresor a su domicilio.  Ojalá que estemos a tiempo de evitar que una mujer de esta zo-na muera por violencia.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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