No hay una sola lectura de la realidad ni una sola versión sobre lo que ocurre. Opiniones diversas permiten mejorar el diálogo con nuestro interior.
¿Cuántas veces nos escuchamos diciendo supuestas verdades que dejan de serlo cuando encontramos mejores argumentos? ¿Cuántas veces hemos cambiado de opinión sobre la política, la religión, la economía, la sociedad a lo largo de nuestra existencia? ¿Quién es capaz de mostrar una foja de servicios sin una sola cruzada de vereda en algún momento? ¿Cuántos discursos nos entusiasmaron en algún momento y nos decepcionaron en una lectura posterior?
Somos, esencialmente, contradicción y no hay nada malo en ello. Pero hay que hacer una salvedad: no hay nada de malo cuando hay honestidad intelectual y sentimental de nuestra parte respecto de que cambiar es bueno y no sólo cambiamos por conveniencia.
Por citar ejemplos, algunos que optaron por Alfonsín en lugar de Luder, en 1995 optaron por Menem en lugar de Bordón. Y algunos de los que optaron por De la Rúa en 1999, lo hicieron por Kirchner en 2003. Ni hablar de lo que pasó entre 2007 y 2011. Nos ceñimos a los resultados electorales de esos comicios para fundamentar que, al menos en cuestiones políticas, los argentinos cambiamos de parecer rápidamente.
Y no hay nada de malo en haber manifestado en las urnas la “creencia” de que con cierto candidato las cosas podrían estar mejor.
La campaña en contra que tuvo la presidenta Cristina Fernández durante todo 2011 por parte de los grupos de comunicación dominantes no devino en que perdiera esos comicios sino que los ganara por una mayoría aplastante y a más de 20 puntos de distancia de la que sería la segunda opción.
Pero ninguna victoria electoral supone que sea aplacada ninguna voz crítica ni tampoco supone la circulación de un sólo discurso unilateral.
Democracia es disenso, principalmente. Democracia es control por parte de los que no gobiernan. Democracia es poder señalar defectos y animar a corregirlos. Democracia no es aplaudir mansamente las cosas que están bien hechas y hacer mutis por el foro por las que todavía no se hicieron.
En estos días en que todos parecen haberse encolumnado en un nuevo Ríver-Boca, en un estás a favor o estás en contra, reivindicamos la pluralidad de voces que admite un proceso democrático como el que nos falta construir.
Somos una joven democracia, que apenas llega a los 30 años y por la que hay que seguir apostando.
Y hay que exigir a los que están en la oposición una propuesta superadora, una propuesta que mejore lo que se logró hasta ahora, una propuesta que no se quede en la crítica por la crítica misma.
Tenemos el deber cívico de respetar las opiniones ajenas, las que no concuerdan con nuestro punto de vista. Ser respetuosos con el que opina diferente, con el que hizo otras opciones políticas, con el que avala procesos que otros condenan. Tolerancia cien con ése que piensa distinto.
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Editorial: En contra del discurso unilateral
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