Por: Oscar Beas (Grupo Ecológico Jesús María - GRUEJMA)
El peor analfabeto es el analfabeto político, no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, el costo del pan, de la harina, del vestido, de los zapatos y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho, diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
Bertolt Brecht, escritor y dramaturgo alemán.
Así como reflexionamos, una vez más, sobre estas irrefutables verdades, deberíamos hacerlo también sobre otras realidades que también afectan nuestro entorno, (familiar, social, ambiental) y hacernos cargo como ciudadanos responsables, en la participación activa en abordar los problemas sociales de la comunidad en que vivimos.
Nos referimos a nuestra pasividad hacia la nefasta influencia de mensajes publicitarios que incentivan el consumo desmedido de alimentos artificiales, los que demandan grandes cantidades de energía y agua para su producción, recursos naturales vitales en riesgo de agotamiento por degradación y contaminación.
Ahora, por qué decimos que afecta nuestro entorno familiar. Es porque al incentivar el consumo desmedido de alimentos de baja calidad, provocan sobrepeso y obesidad, verdaderas plagas modernas, por su secuelas de trastornos de crecimiento desproporcionado, riesgos de presión arterial y otros padecimientos físicos, por enfermedades derivadas, absolutamente previsibles y evitables, si encaráramos el problema en su verdadera dimensión. Estamos intoxicados por una alimentación desequilibrada y ajena a lo natural. Las bebidas cola, lácteos excesivamente azucarados y la llamada” comida chatarra” ocupan, según encuestas, más del 40 por ciento de las góndolas de los super., templo máximo del Dios del Consumo.
Esta irresponsabilidad ciudadana, se agrava con respecto a la edad escolar, donde se ha detectado que 1 de cada 3 niños evidencian signos de sobrepeso, de muy difícil recuperación por la formación de hábitos culturales y costumbres, que responden a ese flagelo. Aquí es donde influye decididamente, la publicidad engañosa que favorece, mediantes spot subliminales y otras veces, directamente, opciones fáciles, baratas, accesibles, de moda, cómodas y endiabladamente seductoras. Cómo resistirse a este bombardeo mediático. Estas propagandas repetidas todo el tiempo, generan un intenso estímulo para ingerir esos productos, como condición para sentirse sonrientes, felices y satisfechos.
Nos damos debida cuenta hasta donde llega nuestra pasividad ciudadana . . . , olvidándonos que debemos tomar partido por la educación y salud de nuestros niños, preocuparnos por su dieta diaria, sobria, pero variada, alejada de alfajores, golosinas o lácteos saturados de azúcares, en lugar de crearles hábitos por el consumo de agua pura, los jugos de frutas recién exprimidos o las galletas.
Descontamos que si nos proponemos internalizar en ellos estas conductas, no será tarea fácil, han estado indefensos demasiado tiempo, pero, si junto a la educación y formación en familia, nos involucramos con entusiasmo, en la Cooperadora escolar o en otros programas de participación ciudadana, para exigir, por ejemplo, a los kioscos de las Escuelas, que sólo vendan a los chicos productos naturales y frescos, estamos en el buen camino y de paso protegemos al medio ambiente.
Semanas anteriores por este semanario se señalaba que “la mitad de los chicos no hace ejercicio físico….” Detallando además, con ejemplos, la dieta no saludable de niños y adolescentes, y como contrapartida, señalaba hábitos recomendados para revertir esta tendencia, que si bien está referida a la ciudad de Buenos Aires; creemos que, en menor medida, es una proyección válida para nuestra zona, para reflexionar sinceramente, sobre este tema de prevención de la salud, estrechamente ligado al hiperconsumismo, a que nos conducen las publicidades ya referenciadas, porque todos sufrimos su brutal acoso.
Finalmente, y volviendo al principio de esta nota, si somos analfabetos políticos, no tratemos de que nos consideren analfabetos ambientales, porque, allí sí, que estaremos “en el horno”, como dice un refranero popular.
Es que está en juego el porvenir de nuestros niños, por ausencia de la participación ciudadana que nos compete a los mayores. Pero, como siempre decimos, tampoco todo está perdido, hay en Jesús María, ciudadanos con hábitos de consumo responsables; ejemplos que queremos poner en evidencia, como el hermoso gesto de maestros de la Escuela Estrada de nuestra ciudad, que tienen un kiosco saludable.
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