Tres escenarios diferentes, la torre de los Céspedes convenientemente iluminada, y una noche cien por ciento flamenca fue lo que propuso el ballet de Alejandra Vicari para acompañar la celebración de los 60 años de existencia de la institución.
Comadados por Mariel Benavídez “La Castaña”, algunos de los integrantes del grupo Alhambra (Raúl "Chocolate" Robledo en guitarra; Lucas "El Ruso" Steffolani en cajón peruano y congas; y Claudia "Lucerito de Córdoba" Murúa en Cante), dieron la bienvenida al público debajo de la glorieta que está en el parque del Club Social. Las canciones se fueron enhebrando con algunos fragmentos clásicos del género delicadamente interpretados por María Isabel Pérez.
Era el momento para pasar al segundo escenario ubicado bien en frente del lado sur de la Torre Céspedes donde las integrantes del ballet comenzaron a dar las primeras muestras de solvencia escénica ataviadas con camisas blancas y polleras negras con volados rosas, verdes, y violetas a lunares. Fue oportunidad para comenzar a escuchar los primeros taconeos sobre los tablados bajo la mirada atenta del público.
Mientras, los músicos se trasladaron al tercer escenario, uno que debe haber tenido unos 12 metros de ancho por unos 5 de profundidad y donde los artistas pudieron desplegar los cuadros sin ninguna limitación.
Las “niñas” fueron alternando vestuario varias veces en la noche, aunque el detalle más llamativo estuvo en unas enormes flores prendidas al cabello de vivos colores.
La Romería Gitana es una celebración que tiene lugar después de los ritos religiosos celebrados en honor de la Virgen de la Sierra en Andalucía, en el sur de España.
Gabriel Céspedes, quien fuera propietario del inmueble que hoy ocupa el Club Social de Jesús María también era sureño y las romerías gitanas no le debe haber sido ajenas durante el siglo XIX y antes de venir a Argentina. De modo que en estos 60 años del Club Social se dieron la mano las costumbres natales de Céspedes y la pasión que le aportaron La Castaña, Lucerito de Córdoba, y los excelentes músicos que acompañaron apenas con guitarra y cajón peruano casi toda la puesta.
Fue un poco más de hora y media de espectáculo que fue aplaudido de pie por el público y que mereció las felicitaciones al final, poco después de haber cantado el cumpleaños feliz al Club Social, institución que atravesó sus primeros 60 años de vida y en donde las tertulias artísticas ya son un clásico de todos los fines de año. Ojalá que se sigan repitiendo en el futuro.
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