Editorial: Más mensajes de las urnas

En cuatro elecciones, cambió el comportamiento de los electores de nuestra zona de una manera increíble, signo de nuevos tiempos.

Caroya, Sinsacate, y Jesús María conforman una miniregión en la que están cada vez más juntos pero no revueltos. Y el electorado de estas tres comunidades se comportó de distinto modo cuando tuvo que votar intendente en relación a cuando votó gobernador o presidente.
Así, arrancó Sinsacate ratificando por cuatro años más a Carlos Ciprián (UCR), y también le dio 401 votos a Oscar Aguad (UCR) en la elección a gobernador, dejando segundo a De la Sota (PJ), y tercero a Luis Juez (Frente Cívico). Y en las primarias nacionales y la reciente elección nacional, el electorado se volcó por la propuesta de Cristina Fernández (FPV) en Sinsacate. La diferencia entre las dos instancias fue que el segundo lugar lo obtuvo el radicalismo en las primarias y el Frente Amplio Progresista el 23 de octubre.
Pegado a Sinsacate, en la cabecera del departamento Colón, los electores le hicieron ganar al oficialismo por paliza la elección de intendente con Gabriel Frizza (Frente Cívico) y también la de gobernador que llevaba como vice a Marcelino Gatica. Pero en las nacionales, esa misma comunidad se volvó hacia la propuesta del Frente para la Victoria, dejando a Binner y su gente en segundo lugar el 14 de agosto y el 23 de octubre.
Y en Colonia Caroya, finalmente, la comunidad eligió cuatro propuestas distintas en cada uno de los comicios. En la de intendente, se inclinó por Luis Grión (UCR). En la de gobernador por Luis Juez (Frente Cívico). En las primarias nacionales por Cristina Fernández (FPV), y en las elecciones del domingo pasado por Hermes ­­­­Binner (Frente Amplio Progresista).
Lo ocurrido en nuestra zona seguramente se puede traspolar a muchos otros distritos donde el electorado tuvo un comportamiento similar y donde ningún partido se pudo declarar hegemónico respecto de otro.
Pero más allá del dato suelto, lo cierto es que la mayor diferencia a favor, en cualquiera de los comicios pasados, fue la que recibió la relecta presidenta Cristina Fernández que encarará su último período al frente de los destinos del país (al menos, esa limitación prevé la actual Constitución Nacional). Un 54 por ciento de los votantes argentinos eligió la continuidad de un programa de gobierno que ha suscitado adhesiones como pocos lograron en la última década. Nadie puede negar que la presidenta logró movilizar a un sector muy grande de la juventud y ha logrado alinear a muchos de los gobernadores que no comulgaban con su metodología al principio.
Desde luego que esta apabullante victoria implica muchas más responsabilidades que derechos porque Argentina viene transitando el camino de la transformación pero sólo un iluso diría que ya está transformada. En una década logró torcerse lo que parecía un destino humillante para el país, pero sigue haciendo falta redistribución de riquezas, generación de fuentes de trabajo estables y genuinas, acercar nuevas inversiones e inversionistas, y generar obras de infraestructura que mejoren la calidad de vida de los argentinos en el interior del interior.
Lejos quedó la tristeza de ver escapar a un presidente de la Nación por el techo de la Casa Rosada. Lejos quedó el tañir de las cacerolas en la Plaza de Mayo pidiendo la devolución de los depósitos retenidos en el “corralito”. Lejos quedó el invento de una alianza donde los actores estaban revueltos, pero no juntos.
Deberíamos obligarnos a pensar en que un país diferente puede construirse. Cada uno desde el lugar que le toca, especialmente desde la oposición. Y pujando para llevarnos a otro estadio, uno que supimos conseguir a principios del siglo 20 y que perdimos absurdamente.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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