Reflexiones sobre Feminismo y Patriarcado

Por: Lic Sabrina Piccioni (Psicóloga - M.P. 6342).

¿El hombre trabajador es un esclavo del sistema pero la mujer que trabaja se libera? ¿El hombre que cuida un bebé genera ternura y es valorado pero la mujer que cuida un bebé es una oprimida? ¿Todas las mujeres que realizan tareas domésticas fueron obligadas por el Patriarcado a ocupar ese lugar? ¿Si históricamente los hombres se hubieran ocupado de las actividades del hogar y las mujeres del sustento económico, qué valor social tendrían esas tareas hoy? ¿serían los hombres los oprimidos?
A raíz de leer en numerosos estudios, informes, investigaciones, estadísticas y demás, sobre todo provenientes de sectores feministas académicos se me ocurren algunos planteos como los anteriores con respecto al Patriarcado y a la posición que las mujeres tenemos en todo esto. Muchas preguntas que conducen a develar una importante falencia de la lucha feminista de los primeros tiempos; esto es, considerar que las actividades (y sólo eso) que hombres y mujeres realizamos nos ubica en situaciones de poder, libertad y realización personal. Desde esta premisa las mujeres nos vimos lanzadas a ocupar posiciones que históricamente le correspondieron a los hombres. Empezamos a ubicarnos en las líneas de producción, a participar de la vida política, pública y cultural. Se diplomaron las primeras mujeres universitarias (porque hasta el derecho a la educación teníamos cercenado), comenzamos a votar y a decidir. Así nos sumergimos en el mundo de la competencia, el lucro y por fin sentimos que nuestra vida era nuestra. Porque muchas mujeres antes que nosotras habían dado su vida para que hoy podamos estar más cerca de esta merecida igualdad. Hasta aquí todo parece viento en popa.
Sucede que ahora nos damos cuenta que a pesar de tener igualdad de derechos en lo laboral, lo jurídico, lo educacional o lo político seguimos oprimidas. Nuestros compañeros nos siguen golpeando; somos abusadas sexualmente; obligadas a mantener embarazos no deseados; en los partos nos atan, nos cortan, nos pinchan. Todos nuestros procesos naturales (léase: menstruación, embarazo, parto, puerperio, menopausia) están medicalizados y controlados por el poder médico masculino ocupado tanto por hombres como por mujeres. Recibimos menores salarios por igual trabajo, somos acosadas sexualmente en ámbitos laborales y no laborales. En los claustros académicos sigue habiendo discriminación de género y las figuras políticas femeninas todavía siguen siendo atacadas por el sólo hecho de ser mujer. Además del trabajo externo, llegamos a casa y tenemos que sacarnos los tacos para ponernos a limpiar. Porque demás está decir que el vacío que dejamos dentro del hogar nadie lo ocupó. Para colmo, nos dicen que esto de ser madre y ocuparse de la casa ya no va, entonces ¿Qué hacemos?
Al parecer el problema no está en lo que hagamos, sino en que simplemente somos mujeres. Sí, somos mujeres y ese es el problema. Tenemos necesidades y deseos particulares. Somos diferentes y muy parecidas también. Cumplimos ciclos mensuales donde todo nuestro ser vibra, tenemos pechos eróticos y a la vez nutricios, podemos cargar literalmente con la vida de otro ser humano, podemos parir aunque muchos digan lo contrario. Y todo esto que somos no sólo fue banalizado por el Patriarcado, sino por el Feminismo también. Ambos quisieron borrar cualquier atisbo de lo Femenino, convirtiéndonos en seres lineales, productores, competitivos, masculinos.
Porque ¿Quién dijo que ocuparse de los hijos y del hogar fuera banal? Si estamos formando personas ¿Quién dijo que el sólo hecho de trabajar era liberador? Si conozco montones de mujeres que darían lo que fuera por pasar más tiempo con sus hijos... ¿Quién dijo lo que se debe y lo que no se debe hacer?
Desde el Feminismo y desde el Patriarcado ¿Quién puede decidir por nosotras? Y aquí creo que está el quid de la cuestión.
Hasta ahora las mujeres sólo hemos intentado complacer ubicándonos en roles, más bien moldes, impuestos por otros. Y para ser realmente libres podríamos dejar de intentar que otros nos reconozcan, y comenzar a reconocernos nosotras mismas. Primero en la búsqueda interna de la propia sabiduría y libertad; luego reflejándonos en las mujeres que diariamente acompañan nuestro devenir. Y de esta manera encontrar nuestro lugar en el mundo como amas de casa, ingenieras, futbolistas o maestras. Pero sabiéndonos mujeres, diferentes, valiosas, empoderadas. Porque no hay mejor camino hacia la felicidad que la posibilidad de elegir qué camino seguir...


Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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