Cunde el temor entre los jubilados cordobeses respecto de que la “armonización” que pretende la Nación les rebaje sus haberes jubilatorios.
En muchos hogares cordobeses de dan paradojas cuando llega la hora en que los adultos se jubilan. Conozco el caso de una familia en la que el jefe de familia aportó durante 40 años como “autónomo”, tras haber estado al frente de un exitoso negocio de gastronomía.
Durante la etapa como aportante sus ingresos doblaban o triplicaban los que tenía su esposa, una maestra de grado, que llegó a jubilarse después de 36 años de servicio.
En el país donde el 82 por ciento móvil sigue discutiéndose, nos topamos con la injusticia “jubilatoria” en la que se ve envuelta esa familia.
El que aportó a una caja nacional como autónomo viene recibiendo menos de 1600 pesos mensuales y su esposa que aportó a la caja de jubilaciones de la provincia viene cobrando tres veces y un poco más lo que cobra su marido.
Si tuviere que haber una “armonización” entre las cajas, ésa debiera ser que el autónomo cobre lo mismo que su esposa jubilada docente y no al revés como vienen sosteniendo sin pies ni cabeza algunos diputados y referentes del oficialismo.
Porque las buenas jubilaciones de Córdoba no sólo son producto de las decisiones políticas del actual gobernador José Manuel de la Sota sino también de sus antecesores que supieron ver en la retribución de la vejez un premio antes que un castigo.
Los jubilados cordobeses no están en el paraíso con lo que cobran. La apreciación más justa sería decir que aquellos jubilados que no cobran como los cordobeses deben estar en algo que se le parece al infierno.
Solamente la Canasta Básica de Alimentos para una familia tipo se ubica, según los datos de marzo, en 1586 pesos. Por arriba de eso se supera la línea de la pobreza.
Ni hablar de aquellos jubilados que con 1600 pesos deben comprar remedios, alquilar una vivienda, y asegurarse el sustento alimenticio.
Resulta de una injusticia notable que se les haga atemorizar a los jubilados con la posibilidad de que sus haberes sean rebajados. Porque sobran los casos de jubilados que excedieron largamente los 20 años que piden como mínimo de aportes.
Sostener ese nivel de injusticia denota, como mínimo, una ignorancia supina respecto de que la pirámide generacional es cada vez más asimétrica y que nos aproximamos a una sociedad en la que cada vez sean más los mayores.
O sea, con todos los avances de la medicina, existen grandes posibilidades de que nuestra expectativa de vida se extienda mucho más que en décadas anteriores.
Cada vez hay más adultos que sobreviven a su edad jubilatoria dos o tres décadas y será deber del estado garantizarle a esa franja de la comunidad que tenga una vejez en paz, sin sobresaltos, después de haber hecho sus aportes jubilatorios durante la mejor parte de su vida laboral. De eso se trata en el fondo este reclamo cordobés.
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Editorial: La paradoja de los jubilados
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