
Un acuerdo mundial sobre el cambio climático es urgentemente necesario. Las concentraciones de dióxido de carbono y de gases que provocan el efecto invernadero en la atmósfera alcanzaron las 435 partes por millón (ppm) de CO2 equivalente, frente a unas 280 ppm antes de la industrialización en el siglo XIX.
Si seguimos lanzando emisiones como hasta ahora con actividades como la quema de combustibles fósiles y la tala de bosques, las concentraciones podrían alcanzar las 750 ppm al final del siglo. De ser así, el probable aumento de la temperatura media mundial respecto de los tiempos preindustriales será de 5ºC o más.
Hace treinta millones de años que la temperatura de la Tierra no era tan alta. La especie humana, que no lleva más de 200.000 años en ella, tendría que afrontar un medio físico más hostil que nunca. Las inundaciones y las sequías se volverían más intensas y los niveles mundiales del mar serían varios metros más altos, con lo que alterarían gravemente las vidas y los medios de subsistencia y causarían movimientos de población en gran escala y conflictos inevitables en todo el mundo. Algunas partes de éste quedarían sumergidas bajo el agua; otras se volverían desiertos.
Los países en desarrollo reconocen la injusticia de la situación actual y sienten irritación ante ella. Los niveles actuales de gases que provocan el efecto de invernadero se deben en gran medida a la industrialización en el mundo desarrollado desde el siglo XIX. Sin embargo, los países en desarrollo son los más vulnerables ante las consecuencias del cambio climático, que amenazan el crecimiento económico necesario para superar la pobreza. Al mismo tiempo, no se pueden reducir las emisiones al ritmo necesario sin la fundamental contribución del mundo en desarrollo.
Hay que abordar a la vez el cambio climático y la pobreza, las dos amenazas que caracterizan este siglo. Si fracasamos con una, fracasaremos con la otra. La tarea que afronta el mundo es la de afrontar las “limitaciones de carbono” en el medio ambiente, sin por ello dejar de crear el desarrollo necesario para elevar el nivel de vida de los pobres.
Para evitar los graves riesgos resultantes de un aumento de la temperatura media mundial de más de 2ºC, debemos reducir las concentraciones atmosféricas por debajo de 450 ppm, lo que requerirá una reducción de las emisiones mundiales anuales de unas 50 gigatoneladas de CO2 equivalente en la actualidad a menos de 35 gigatoneladas en 2030 y menos de 20 gigatoneladas en 2050.
En la actualidad, las emisiones anuales por habitante en la Unión Europea ascienden a 12 toneladas y a 23,6 toneladas en los Estados Unidos, frente a seis toneladas en China y 1,7 toneladas en la India. Como las proyecciones correspondientes a 2050 indican que la población mundial ascenderá a unos 9.000 millones, se deben reducir las emisiones anuales por habitante a dos toneladas, aproximadamente, de CO2 equivalente, por término medio, para que el total anual mundial ascienda a menos de 20 gigatoneladas.
La mayoría de los países desarrollados están fijándose reducciones de las emisiones anuales de al menos el 80 por ciento –en comparación con los niveles de 1990– de aquí a 2050. Para convencer a los países en desarrollo de que la meta de 2050 es creíble, deben ser a un tiempo ambiciosos y realistas sobre las amenazas políticas internas que afrontan al adoptar y aplicar una metas exigentes para 2020, 2030 y 2040.
Los países en desarrollo necesitan ayuda y apoyo importantes de las naciones ricas para ejecutar sus planes de crecimiento económico con poco carbono y adaptarse a los efectos del cambio climático, que serán ya inevitables en los próximos decenios.
Por: Nicholas Stern, presidente del Instituto de Investigación Grantham sobre el Cambio Climático.
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