9 integrantes del Grupo que se formó bajo la dirección de los sacerdotes pasionistas viajó a la pequeña población de “El Chorro” para llevar alimentos y otros elementos.
Ema Soler, Ramona Iturria, Juanita Gaitán, Ana Romanutti de Ledesma, Claudia Céliz, Zulema de Pintos, Teresa Londero, Marta Copetti, y Ricardo García vienen de vivir una experiencia muy fuerte misionando en un pequeño pueblo de Formosa que se llama General E Mosconi pero al que todos conocen como El Chorro.
Ellos integran el Grupo Misionero Laico que se formó en 2008 cuando se conoció la noticia de que los sacerdotes pasionistas se irían de Caroya, después de 100 años de labor fecunda. Y bajo el amparo de los sacerdotes Pacífico Gasparrini, Alejandro Ferrari Freyre, y de Francisco Rodríguez se formaron para ayudar en la tarea misionera. El resto es historia conocida.
Hoy, el Grupo Misionero está formado por 33 integrantes que se reúnen los segundos y los cuartos martes de cada mes, entre las 21 y las 23, en la capilla del Hospital Vicente Agüero.
“Donde el Señor decida que vamos, vamos”, señalaron a coro los misioneros que partieron para la festividad de Santa Rosa de Lima rumbo al Departamento Ramón Lista en la provincia de Formosa, a 1300 kilómetros de distancia, y en un colectivo cargado de mercaderías y de sueños.
Previamente, hicieron una campaña de recolección en la que consiguieron útiles escolares, juguetes, ropa, calzado, alimentos, medicamentos, golosinas, aceite, harina, arroz, y fideos, entre otras cosas.
El agradecimiento del grupo fue para la infinidad de personas que ayudaron con la campaña y también para otras instituciones como el Colegio Sarmiento, la Asociación Educativa Pío León, la escuela República de Italia, las hermanas del Huerto, la congregación Hermanas de la Misericordia, Guma, Aclinor, el centro vecinal de barrio La Florida, y el gobierno de Córdoba, entre otros.
Entre el 25 de agosto y el primero de septiembre tuvo lugar esta misión “particular” ya que estuvo compuesta exclusivamente por adultos cuando lo habitual es que los misioneros sean jóvenes. Valga el ejemplo, entonces, para señalar que no existe edad para ejercer a pleno el espíritu solidario.
Una realidad demasiado dura
En la zona de El Chorro hay 1279 habitantes, según el último censo, y tiene una parte de la población que integran los “criollo” y otra que proviene de la comunidad Wichi. La pobreza que tienen es difícil de describir porque incluye sus viviendas, su vestimenta, su falta de acceso al agua y hasta a los alimentos, y su falta de acceso a servicios de salud dignos.
Siglo 21 y todavía hay niños en ese lugar que se mueren de diarrea infantil, mientras que la tuberculosis figura entre las enfermedades que más muerte acarrea. Y son tan argentinos como nosotros, ni más ni menos compatriotas que nosotros. En resumen: una realidad muy dolorosa, muy dura.
¿Cómo vivieron esa experiencia los misioneros locales?
“¡Tendrían que haber visto cómo nos recibieron! La alegría de esos chicos al repartir los juguetes y los dulces. Venían todos. Salían corriendo y nosotros no sabíamos por qué. Era porque se iban a sus casas a buscar a los hermanitos y los traían de la mano corriendo para que les demos caramelos”, comenzó señalando Ricardo García.
A lo que añadió Ana Romanutti: “Otra cosa que nos llamó la atención fue cómo los más grandes cuidaban a los más chicos. ¡Una maravilla, un amor entre esa gente! Realmente fue inolvidable.
La comunidad Wichi mantiene todavía su cultura matriarcal ya que toda la familia se organiza en función de esa madre, incluso cuando las hijas tienen a sus propios hijos. El hombre está atrás cuidando a todo el conjunto. Son muy respetuosos y algunos no saben hablar el castellano.
En la escuela primaria hay un maestro Wichi que oficia de intérprete de la maestra para que pueda comunicarse con los niños y enseñarles. En agradecimiento a los misioneros, los niños de la comunidad entonaron una canción cuya melodía triste contribuyó a que el nudo en la garganta demorara en irse.
“Ha sido una experiencia muy interesante -añadió García- Uno ha ido no solamente por la fe sino también por la parte social. Encontarnos hoy, en 2010, con este pueblo tan pobre, tan pobre, nos llamó tanto la atención. Íbamos por los caminos de tierra y las vacas se morían de sed al costado del camino y al lado pasaban los camiones cargados de petróleo y uno dice ¿cómo puede ser? ¿La pobreza que hay y los camiones tanque impresionantes llevando petróleo?”.
El grupo ya piensa dónde será la próxima misión, después de haber vivido este bautismo de fuego en la que dieron mucho y recibieron mucho también, sobre todo de los bienen más preciados: los del corazón.
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Santa Rosa de Lima
El Grupo Misionero Laico viajó a Formosa para la festividad de Santa Rosa de Lima

Claudio Minoldo
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