“Los que cayeron en Malvinas siguen allí de centinelas de nuestro territorio irredento”


El veterano de Malvinas Héctor Rivadero fue el único orador de los actos que se hicieron en Jesús María y Colonia Caroya y sus palabras motivaron una aguda reflexión sobre la guerra.

La lluvia como sinónimo de lágrima siempre tuvo un alto valor simbólico. Tal vez por eso, la mañana del 2 de abril tuvo ese dejo de tristeza ya que el acto conmemoratorio por los 30 años de la guerra de Malvinas fue precedido por la lluvia. ¿Llanto del cielo?
Y la plazoleta 2 de abril fue el epicentro de la reunión de los veteranos, de los ex combatientes, para recordarle a la comunidad que tenemos víctimas de la guerra y que tenemos héroes entre nosotros.
Sin micrófono, la ceremonia conmemoratoria se desarrolló con los oradores en voz alta. No habría muchos, después de todo. La bendición del cura párroco y las palabras del ex combatiente Héctor Rivadero.
En esta ocasión, el cuerpo entero de Rivadero tembló mientras leía las palabras que había preparado antes de las ofrendas florales correspondientes y las marchas interpretadas por la Banda de Música de la Escuela de Suboficiales de Gendarmería.
Rivadero comenzó diciendo: “Han transcurrido 30 años del acontecimiento más relevante en la historia contemporánea de nuestro país. El 2 de abril de 1982 el país todo clamó haber alcanzado un objetivo nacional que, como tal, nos unía más allá de toda diferencia política, social, y económica. Es que por ello se plantearon dos sentimientos antagónicos: el surgimiento del orgullo patriótico por alcanzar lo anhelado que es el recupero de nuestras islas, Y por el otro la incertidumbre de saber que entrábamos en una guerra de incierto destino”.
“La gesta de Malvinas -añadió Rivadero- merece recordarse más allá de los errores, de improvisaciones. Malvinas nos enseñó que no es posible alcanzar un proyecto común de un país sin unidad, renunciando a los intereses  personales para el ejercicio del bien común. Toda guerra, ganada o perdida, cobra su precio porque deja secuelas dolorosas que afectan a la sociedad. Los que volvimos, ganamos sobradamente el mérito de ser veteranos. Ser veterano es un alto honor porque implica el  empeñamiento físico y espiritual en el combate. Es una distinción cualitativa del soldado. Me atrevo a decir que lloramos de rabia y de importencia el día de la rendición. Nos sobrepusimos a la ingratitud del día de la rendición. Sentimos la necesidad de mantener vivo el espíritu de Malvinas, de haber hecho cumplir a la patria, de materializar los hechos: la fidelidad a la bandera. Y me queda decir a nuestros caídos la frase de Nicolás Avellaneda ‘los pueblos que se apoyan sobre sus tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir’. Desde la antigua Roma, honrar a los caídos en batalla es una manera de preservar la historia y la identidad. A sus familiares, nuestro profundo respeto y reconocimiento rogando a Dios que encuentren la resignación cristiana. Los que cayeron en Malvinas siguen allí de centinelas de nuestro territorio irredento. Los 228 combatientes que quedaron en el cementerio de Darwin constituyen la porción recuperada de nuestro país. De ésa, los ingleses no pudieron desalojarnos. En esa cabeza de playa, esos argentinos continúan cumpliendo con  su deber. Ellos honraron con su vida una causa justa. Nuestros hérores están hoy en Islas Malvinas”.
Terminada la ceremonia en Jesús María, la comitiva se trasladó a Colonia Caroya donde se dejó inaugurada la Oficina Regional de Veteranos de Malvinas que lleva el nombre del ex combatiente Héctor Amado Leita, vecino de Colonia Caroya que falleció recientemente
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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