¿Cómo construir un país que no se rija por moldes, recetas, modelos, ni estructuras preexistentes? ¿Será posible construir desde cero?
Asumamos que ninguna receta en materia económica dio grandes resultados durante los últimos 50 años en Argentina. Asumamos que el inicio del siglo 21 significó para Argentina uno de sus más bajos estándares en materia económica de su historia y la aplicación de recetas que dieron por resultado un rotundo fracaso.
Asumamos que hemos tenido una clase política voluntariosa pero ineficiente, bienintencionada pero ineficaz. Y asumamos que en los ‘70 y en los ‘90 las corporaciones obligaron al poder de turno a tomar medidas impopulares con las que se vieron perjudicados los estratos medios y bajos del país.
Asumamos que no queremos más un plan Austral ni tampoco un plan de convertibilidad que nos sitúe en la burbuja de creer que cada peso vale un dólar (más allá de la coyuntura actual de los Estados Unidos de América).
Asumamos que no podemos importar más de lo que exportamos (eso que en los manuales llaman la balanza comercial). Y asumamos que hay que cimentar nuevas bases para el progreso con el período de bonanza que tenemos en materia económica.
A veces, a más de uno le dan ganas de que la Argentina lleve adelante su propia receta y que, una vez consensuada, todos los actores políticos y económicos empujen hacia ese objetivo, sin importar si el gobierno cambia de manos.
En los ‘90, los optimistas decían que Argentina estaba a 20 años de tener cierto parecido con Francia. Pero hay muchos que no quieren parecerse a nadie, que prefieren parecerse a sí mismos en tanto y en cuanto eso implique igualdad de oportunidades y de acceso para la mayoría de los compatriotas.
Nos hace falta un “Malvinas”, pero sin la experiencia desgarradora de “Malvinas”. Nos hace falta una causa que no nos divida por color de piel, por ideología, por elección sexual, por convicción religiosa, ni por colores políticos.
Nos hace falta una causa nacional.
Hay señales que indican que estamos cerca de eso, pero también hay nubarrones y desconfianza cuando se observa la mezquindad de algunos sectores y el encono de una parte de las corporaciones.
Es cierto que no todo es color de rosas cuando miramos el proceder de quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos en lo macro y en lo micro. Habrá que seguir avanzando en los mecanismos de control y en afinar los castigos para quienes se alejan de lo que las normas imponen.
Estaría bien que por una vez haya una subversión verdadera que nos lleve a abandonar las conductas que nos estancan y que motoricen los sueños sobre ser un mejor país.
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