El Centro de Investigaciones “María Saleme de Burnichón” que depende de a Facultad de Filosofía y Humanidades publicó un trabajo el 30 de marzo de este año en el que explican las causas de por qué no hay agua en las Sierras Chicas.
El trabajo, elaborado por los ingenieros agrónomos Sergio Chiavassa y Gabriel Saal, se desprendió de uno anterior que se elaboró entre 2008 y 2009 en el que se desprendía que había un problema pero no se sabía por qué.
“Para el primer proyecto nos encontramos con que no había conocimiento real de lo que pasaba en la cuenca. No se sabía nada de los caudales de agua, no se sabía cuánto se bombeaba de los pozos, no se tenían registros de precipitaciones. O sea que no se podía hacer un análisis físico de la cantidad de agua existente. De ahí parte el hecho de empezar a estudiar esta zona”, explicó Chiavassa en la publicación que hizo la FFyH de la UNC.
Según Saal, la cuenca hidrográfica del Río Carnero tiene como principal inconveniente: “En esta zona de la cuenca se plantean conflictos gravísimos con el agua en determinados momentos del año y también tiene un gran desarrollo urbanístico, con emprendimientos de una magnitud importantísima, que es el mayor problema”.
El territorio observado en el proyecto de investigación cuenta con cursos superficiales de escaso caudal y las aguas subterráneas con que se relacionan dependen principalmente de la “cosecha” de agua que se produce en las zonas altas de las cuencas. “Hay ríos muy chiquitos, con muy poco caudal, que en los últimos años se están secando y perjudican otras actividades como el turismo o la producción agropecuaria”, añadió Chiavassa.
A esto hay que sumarle una serie de problemáticas que agravan la situación de insuficiencia hídrica: los incendios, el aumento de urbanizaciones de distintos niveles (planes de vivienda, loteos abiertos, barrios cerrados y complejos turísticos), la deforestación y el sobrepastoreo.
“Estamos frente a un recurso que se encuentra en el límite de uso. La realidad de los últimos años es que no alcanza el abastecimiento de las sierras por dos causas: una, porque el consumo es mucho mayor y por otro lado, se ha alterado de manera importante la superficie de captación por la destrucción del bosque nativo. Básicamente, lo que intenta el proyecto es hacer un estudio para entender cuál es la dinámica del funcionamiento del agua y de ahí poder proponer políticas públicas de producción agropecuaria, de urbanización, de uso del agua, porque es una zona en crisis”, adviertió Saal.
Políticas públicas para cuidar
Los investigadores establecieron algunas propuestas de políticas públicas que contemplen el uso actual y futuro del agua. “El problema ya está y hay lugares donde no tienen agua. Es un problema sumamente complejo y hay que solucionarlo en esa conflictividad. Una salida es ver cómo se puede tomar conciencia sobre la problemática, porque más agua no hay. No hay forma de fabricar agua”, completó Chiavassa.
“Una de nuestras propuestas es proteger, como dice el biólogo Raúl Montenegro, la fábrica de agua, que es la cuenca de las Sierras Chicas. Esto implica mantener la superficie de absorción a través de la preservación del bosque nativo. Las sierras funcionan como un gran reservorio de agua, que absorbe el agua de lluvia. Esta a su vez se incorpora en las napas y se va liberando lentamente”, concluyó Saal en el trabajo que publicó el CIFFYH.
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