Durante el Concilio Vaticano Segundo, en los ‘60, la Iglesia Católica decidió aceptar la cremación como una manera más para despedir a los difuntos. Sin embargo, no adhiere a la postura de que esas cenizas que resultan de la cremación sean esparcidas en el agua o por el aire. Tampoco adhiere a la costumbre de conservar en alguna hurbita las cenizas dentro de los hogares de las familias.
La costumbre de cremar a los difuntos cada vez es más frecuente y es una costumbre que se extendió en todos los credos e, incluso, entre quienes no practican ningún culto.
Pues bien, ¿Entonces qué hacer con las cenizas de los difuntos? Para ofrecer una alternativa de descanso a esos restos, la Acción Católica de Jesús María pensó en la construcción de un cinerario, algo así como una morada permanente para las cenizas de los difuntos.
La iniciativa surgió después de conocer que existía un cinerario en Villa Gesell, en la costa argentina, y se iniciaron los trámites ante el arzobispado de Córdoba para que autorice su construcción en Jesús María.
“Vimos la necesidad de hacer algo por Jesús María y, gracias a Dios, pensamos en este depósito para las cenizas de los muertos que se creman y que van a arrojarse al río o que van a parar a un árbol u otro lugar. Y mucha gente nos decía: ‘es que no sabemos dónde depositar las cenizas’ porque si vamos a la Municipalidad nos cobran y en la casa no las queremos tener porque significa para nosotros un recuerdo doloroso”, narró Ricardo García, uno de los integrantes de la Acción Católica, sobre el nacimiento de esta iniciativa.
El párroco de Jesús María, Julio Aguirre, estuvo de acuerdo y recibieron la autorización por parte de monseñor Carlos Ñáñez para la construcción del cinerario en septiembre del año pasado. La idea fue presentada a las anteriores autoridades municipales, quienes estuvieron de acuerdo con la obra porque les significaría aliviar la población del cementerio municipal, casi siempre al límite de su capacidad.
“Les explicamos -aclaró García- que aunque lo hace la Iglesia Católica está abierta para todos. No es solamente para los católicos, apostólicos, romanos sino que es un servicio para la ciudad. Con el traspaso, quedamos a medias con la conversación y la hemos reiniciado con las actuales autoridades que nos pidieron la planimetría completa, los cortes, y las vistas de la obra”. El intendente Gabriel Frizza también estuvo de acuerdo y se coprometió a colaborar con la obra.
El cinerario consiste en un foso que tiene tres metros de fondo por un metro de ancho y una abertura de 25 centímetros. Por sugerencia del párroco, en el diseño se continúa el estilo arquitectónico que tiene la parroquia. Queda pegado a un frondoso árbol que hay en el lugar y llevará alguna imagen escultórica aunque no se definió cuál todavía.
La construcción de todo el espacio se calculó que costará unos 50 mil pesos y los impulsores anunciaron que realizarán todo tipo de actividad para reunir los fondos, además de aceptar donaciones de particulares y de empresas.
“Si vos tenés las cenizas de un ser querido y las tirás, ese ser querido desaparece. No tenés dónde recordarlo ni nada. Entonces, con este lugar, podés pasar por ahí, decir una oración y sabér que su recuerdo queda allí”, completó García tras explicar que no tendrá ningún costo el uso del cinerario.
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