Hay intenciones de un propietario privado de invertir para hacer visitable un molino jesuítico de 1760 que forma parte de los bienes declarados Patrimonio de la Humanidad por UNESCO.
La mayoría de los bienes que fueron declarados como Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en Jesús María están dentro de la Estancia Jesús María, pero no son los únicos. En el conjunto que fue tenido en cuenta en la declaración también se encuentran un molino, unos percheles (algo así como un depósito para granos), y algunas ruinas que están bajo tierra.
No todos esos bienes son accesibles y no todos pertenecen a la órbita nacional como el Museo Jesuítico. Hay algunos de esos bienes en posesión del municipio (donde era la granja de Doña “Pipa” Crinejo) y otros en manos de las familias Rubino y Romanutti, frente al Museo Jesuítico. Aunque esos bienes están dentro de inmuebles privados, le pertenecen a toda la comunidad porque son patrimonio universal.
Pero, hoy, son inaccesibles porque para hacerlos atractivos al público habría que invertir en ellos y dotarlos de un hilo argumental antes de incluirlos en algún circuito turístico.
Según la información que maneja la Comisión Asesora local sobre Patrimonio, habría intención por parte de la familia Rubino de comenzar a trabajar para que, al menos, el molino de 1760 y uno de los percheles puedan ser visitados.
Esta semana, uno de los arqueólogos con que cuenta la Agencia Córdoba Cultura, Alfonso Uribe, estuvo en Jesús María con las autoridades de Cultura y con los integrantes de la comisión de Patrimonio en el lugar y ofreciendo algunas sugerencias sobre cómo encarar los trabajos preliminares.
La presencia de Uribe sirvió también para dimensionar la importancia que tuvo el molino para la historia industrial de Jesús María y cómo podría contarse parte de la historia en la que se vieron envueltos negros esclavos traidos desde Angola (Africa) para trabajar en la molienda del maíz y del trigo.
“La idea -añadió- era compartir con la gente de Cultura de la Municipalidad y con la gente de Gobierno un poco las problemáticas que hay, cuáles son las leyes que están vigentes, cómo organizarse con esas leyes, qué responsabilidades les corresponde dentro de los ejidos municipales, qué papeles deben solicitar si viene una persona que dice que es arqueóloga y que quiere hacer una excavación arqueológica y saber que el primer control de esa persona y del lugar donde van a excavar es de la Municipalidad”.
Tal vez, para ver añadidos al patrimonio de la ciudad estos bienes jesuíticos falte un largo tiempo, pero cualquier acción que nos acerque hacia ese día es alentador por el valor histórico para la ciudad.
A beneficio de inventario
En resumen, hay que ir haciendo los inventarios y los registros de todos los bienes con que cuenta la ciudad. ¿Por qué? Por muchos motivos pero principalmente para la protección de sitios arqueológicos y evitar en un futuro la desaparición de estos bienes por deterioro o por robo, de modo que los vecinos y el público en general no se vean afectados ya que estos bienes por la Constitución de la Provincia de Córdoba son para el disfrute de la sociedad.
Eso fue lo que propuso como primera medida el arqueólogo Alfonso Uribe en su reciente visita a Jesús María: “Lo que estamos intentando es afinar mecanismos para que haya una mayor protección y resguardo desde los distintos niveles del Estado sean provinciales, municipales, o comunales”.
Pero ¿tanto valor tiene el molino jesuítico?. Esto fue lo que señaló Uribe: “Es muy valioso y muy interesante sobre todo por la maquinaria que tiene en su interior. Hay muchos molinos donde ha quedado en pie la estructura, pero ha desaparecido toda la maquinaria. En este caso lo tiene y data del 1800 con piedras que han sido traídas desde Europa y que son una rareza porque hay muy pocas en Córdoba”.
El arqueólogo explicó la acción que se está desplegando desde Córdoba Cultura: “Se está haciendo un esfuerzo muy grande para recuperar y proteger todos estos bienes patrimoniales. Y que todas las cosas que se descubren vayan quedando dentro de los municipios a los que pertenecen, que se hagan cargo de cuidarlos y de protegerlos, y que los puedan mostrar a la gente, que sean visitables porque solamente se puede proteger y se quiere lo que se conoce. A la vez, toda la protección de los sitios arqueológicos tendría que ser generador de trabajo. Que no nos quedemos en la observación de los bienes sino que aparezcan quienes lo cuiden, alguien que ponga un puestito de dulces o de artesanías, alguien que controle y brinde información a la gente, para formar parte de una cadena productiva que genera esta industria sin chimeneas que es el turismo. Estamos en una ciudad turística por excelencia y creemos que estamos en un muy buen momento como para poder hacer estos intercambios técnicos de información”.
Respecto de la posibilidad de que alguna vez se pueda ver al molino jesuítico funcionar, Uribe consideró: “Eso es factible porque muchas de las piezas son de 1840, son de metal, de muy buenas condiciones. Posiblemente se podría volver a armar. No que pase el agua, pero sí generar un movimiento mecánico para que los estudiantes, los visitantes puedan ver cómo era la molienda de los granos. No es imposible. Tal vez montando y poniendo una buena explicación qué pasaba en estos lugares. Por ejemplo, acá era un lugar que en 1760 estaba en manos de los jesuitas y el que estaba trabajando acá era un negro, un africano. No estaba trabajando un gaucho, un indio, porque se dedicaban a otras tareas. Acá era molienda las 24 horas. A lo mejor podemos dejar los objetos que tenemos, explicarlos en un muy buen cartel y que la gente lea el cartel y vea que los objetos que están porque son ellos los que nos trasladan al pasado. Decir este objeto que vemos acá fue traido desde Europa, se embaló en cajas, viajó dos o tres meses en barco, para mover la industria de la molienda en Jesús María”.
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