La libertad de prensa es prima hermana de la libertad de expresión. Ambas son derechos fundamentales en regímenes democráticos y hacen a la posibilidad de que cualquier persona pueda vertir sus opiniones sin recibir censura por ello, ni amenaza, ni sanción.
No debe confundirse la libertad de prensa que es un ejercicio que se garantiza a los comunicadores y periodistas con la libertad de empresa que atañe a los grupos económicos que son propietarios de medios de comunicación.
Un periodista puede descubrir información valiosa para su comunidad, pero la empresa para la que trabaja puede elegir no publicar esa información. En los medios de comunicación gigantes ocurre que hay mucha más libertad de empresa que de prensa.
No hace falta recordar que durante los gobiernos totalitarios siempre hubo cercenamiento a las libertades de expresión, de prensa, y en algunos casos, también de empresa. En democracia, es de esperar que la prensa y los ciudadanos puedan expresar sus opiniones sin recibir censura por ellas. Pero no siempre ocurre así.
En los últimos tiempos, el clima en los medios de comunicación se ha enrarecido de modo tal que aparecieron los “periodistas militantes” que parece que hacen un trabajo más probo que los “periodistas de la corporación”, quienes a su vez denuncian a los militantes porque son favorecidos con pautas publicitarias enormes por parte del gobierno central.
¿Pero qué pasa en el interior del interior? Sencillamente que estamos excluidos de todas esas conversaciones y no nos vemos favorecidos por ninguna pauta publicitaria del gobierno nacional, pese a que hay un anhelo de federalización de los recursos en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
En esa reducción de márgenes, nuestro derecho a la libertad de prensa tiene mucho menos restricciones y podemos contar y publicar mucho más que en las grandes ciudades y en los grandes medios.
Claro que no se publica todo lo que quisieran los lectores, pero en la mayoría de los casos no se trata de autocensura ni de condicionamientos externos sino de limitaciones propias en la construcción de la agenda de temas que interesen al público.
Y en líneas generales, hay que reconocer que la clase política local respeta bastante lo que se publica sobre ellos, especialmente con contenidos críticos sobre parte de sus gestiones.
Primer Día celebra la libertad de poder decir, señalar, criticar, apuntar, y remarcar esas cosas que no están claras por algún motivo. Y celebra también que los ciudadanos expresen su insatisfacción cuando los medios dejamos de decir lo que resulta imprescindible.
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