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Mitos y verdades sobre los libros y los jóvenes

Reflexiones sobre los prejuicios que el mundo adulto tiene sobre la relación entre la juventud y la lectura. Una invitación a pensar la cuestión desde una perspectiva más abierta.


Por: Silvia Chalup (Docente de Lengua del Ipem 272 “Domingo F Sarmiento”)


El 15 de junio se conmemoró el Día del Libro y, como siempre, a las de Lengua nos tocó hacer mención acerca de la fecha. Y pensando en eso, en qué decirles a los alumnos, adolescentes ajenos a la cultura de lo que es la letra impresa, es que me surgieron estas ideas (para nada brillantes por cierto, pero reflexiones al fin).
Lo primero que se me viene a la mente es esta sensación o, más bien, esta falsa certeza que tienen muchos (y que me niego a engrosarla) de que “los chicos no leen”… y a lo mejor, es cierto, no leen, no leen lo que nosotros como adultos queremos que lean. Porque si no leyeran cómo harían para saber qué tienen que hacer para poner en funcionamiento un aparato tecnológico cualquiera (llámese computadora, mp3, mp4, mp5, ipod y todo el universo infernal que nos rodea y nos inmoviliza a más de uno de nosotros, los adultos).
Si no leyeran no sabrían lo que significa mi mirada de reprobación o de reproche, camino al aula, cuando se han metido en un lío o han hecho algo que no debían. Si no supieran leer no sabrían reconocer el “doble sentido” que encierran las palabras que aparecen y pueblan los miles de muros de amigos del facebook o de alguna otra comunidad virtual… Y los “puristas” me dirán que eso no es leer pero yo creo que sí, acepto que los formatos tradicionales (libros, diarios, revistas, etc.) son extraños e indescifrables para ellos y para revertir esta situación estamos los adultos, todos desde nuestro lugar debemos colaborar para que los chicos lean y comprendan y descubran todo lo que encierra un libro y desarrollen su imaginación y recuperen esas ganas  de volar y de soñar que muchos de nosotros sentimos cuando tocamos un libro o aspiramos ese olorcito a papel o a tinta fresca de los textos tradicionales.
Y hasta que llegue ese momento, hasta que esa situación deje de ser “utópica” o irreal debemos aceptar estas nuevas herramientas o soportes que circulan en nuestros días, sabiendo que todos ellos no suplen ni reemplazan a los libros (¿qué hacemos si no tenemos señal o si no hay energía eléctrica?).
  Luego de esta larga disquisición se me planteó el siguiente interrogante ¿Pero, entonces, es un contrasentido lo que estoy haciendo yo? Creo que no. Estoy tratando de hacer realidad esa situación ideal porque estoy, junto con otros soñadores, “liberando libros” en el Colegio Sarmiento. ¿Cómo es esto? Fácil, los adultos hicimos un esfuerzo y compramos libros, los que pudimos y los que consideramos que serían interesantes para los chicos (casi nunca damos en la tecla, parece que alcanzamos la adultez y con ella perdemos ese toque que tienen los estudiantes secundarios y ya no sabemos qué es lo “lindo” o “divertido” y qué es lo “aburrido” o “feo” en cualquier situación) y los dejamos a disposición de ellos, para que puedan apropiarse de ellos, para que puedan sentirlos como propios, para que se sientan sus dueños, hasta que terminen de leerlos. Luego de esto ellos deben volver a “liberarlos” para que otros chicos más  disfruten de su lectura. Sin embargo, como no pudimos comprar todos los libros que quisimos es que estoy pidiendo a todos aquellos que quieran formar parte de este grupo que cree en los sueños y que apuestan por la lectura, que me contacten, que me busquen y que colaboren liberando o donando un libro para que otros disfruten de su lectura. Pensemos que con esto apostamos a dos aspectos bien importantes y un poquito olvidados en estos días: creer en la lectura y en el “otro”, desprenderse de algo personal para que otro pueda disfrutar de eso (duele, cuesta, pero vale la pena intentarlo).
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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