Una mirada sobre la propuesta del municipio de Jesús María de declarar en Emergencia Vial a la ciudad.
Por: Adrián Rolfo (Vecino de Jesús María)
Por ser optimista, el vaso medio lleno son las 14 letras que pusieron de manifiesto una realidad de las calles de nuestra ciudad (emergencia vial), y el vaso medio vacío son las 5 que faltaban en el medio. Si el vaso completo fueran las 19 letras y si se tratase sólo de una cuestión gramatical nos faltaría muy poco para llegar a abarcar, en toda su dimensión, al problema real.
Pero, por ser un tema tan complejo el de la conductas humanas, se necesita un análisis que vaya más allá de un simple juego de palabras, y una solución mucho más ambiciosa que un despliegue propagandístico con poca profundidad teniendo en cuenta la complejidad de las posibles causas del problema.
Será trabajo para algún equipo de especialistas sobre las cuestiones sociales y humanitarias, será cuestión de alivianar la ardua tarea de los asistentes de marketing, será cuestión de empezar a priorizar lo ético a lo estético. Habrá que empezar a considerar al atropello, no sólo al volante, como el común denominador de muchas situaciones cotidianas, con resultados menos ruidosos, pero no menos ruinosos para nuestra ciudad.
Entonces, sólo cinco letras que podrían agregársele al tipo de emergencia nos abren un panorama con mucho por trabajar desde arriba para abajo, desde el ejemplo en cuestiones más relacionadas con la deshumanización del desarrollo económico que con el pedal del freno y del acelerador.
Como gobierno que se reconoce progresista, habrá que hacer la punta con un ejercicio de humildad para poder ver más abajo que la punta del témpano, aunque las conclusiones puedan resultar menos redituables en términos de imagen, que una emergencia en la que se confunde el síntoma con la enfermedad. En la que se diluyen las responsabilidades de quienes no sólo han sido elegidos para administrar recursos económicos, sino para brindar oportunidades para un desarrollo social realmente inclusivo que priorice lo intelectual y cultural como herramienta de contención social, y la capacitación técnica en oficios que den sentido y dignidad al esfuerzo diario y permitan atenuar la dependencia económica y alcanzar la autorrealización.
Habrá que empezar a analizar cómo se manifiesta la impotencia que resulta de las diferentes opresiones morales y económicas que producen los abusos en todos los ámbitos y en todas las relaciones comerciales, contractuales, civiles, etc. Habrá que pensar cuáles son las responsabilidades de nuestros representantes en todos los niveles (nacionales, provinciales y municipales) y en todas las áreas (economía, cultura, desarrollo social, marketing, etc.) por acción o por inacción. Como así también qué efectos produce sobre los sectores más vulnerables y económicamente dependientes las cercanías, las simpatías y las amistades personales entre ellos y los grupos de poder que ejercen decisivas influencias económicas y que condicionan para bien o para mal el rumbo económico, social y cultural de sociedades como la nuestra.
Habrá que recordarles a algunos alienados conductores, que ni a las personas ni a los perros les gusta ser arrollados y que, por ahora, la versión cordobesa de la “ciudad de la furia” queda a 50 km de distancia, aunque las nuevas torres de cemento y el divorcio con parte de su historia y sus espacios verdes se le parezcan.
Claro que nunca es tarde, y quizá no lo sea en lo inmediato, para identificar y reconocer las causas de este y de muchos otros síntomas y declarar por lo pronto, y hasta que un apto equipo de profesionales arribe a una mejor y objetiva conclusión y planificación de soluciones, una nueva emergencia que incluya a los diferentes tipos de atropellos, sobre todo teniendo en cuenta que la anterior fue promocionada el mismo día en que conmemoraba nada menos que el Día Internacional del Medioambiente.

Claudio Minoldo
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