Por: Juan Manuel García Escalada (Docente, Psicólogo social)
Una invitación a recorrerse por dentro, sin temor a extraviarse y sabiéndose parte de la compleja filigrana que es nuestra vida.
Estoy parafraseando la letra del tango “Desencuentro” de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo. Al final, el cantor le dice al pobre tipo: “... ni el tiro del final te va a salir...”.
No hay escape a la figuración de lo nuevo. Guerras, muertes, suicidios, son alternancias de giros que se tocan su propia cola, donde la otrora realidad de sueños de futuros se han cambiado.
El mundo se está transformando y en ese recodo de curva, donde no se puede ya ver el atrás y tampoco lo que viene, hombres y mujeres prueban de todo, pero es más de lo mismo.
Entonces, descubren que lo único que siempre ha existido ha sido la seguridad de lo no seguro. En un graffiti en las paredes de la Capital Federal, se lo ve a Carlos Gardel diciendo: “No lloren, Crezcan”...
Culpamos a todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. No consideramos nuestras propias responsabilidades y hemos hecho descansar los futuros en una cantidad inmensa de “ismos” que supuestamente traerían felicidades postreras.
Somos nosotros y no los fantasmas del pasado los que hemos creado cada realidad que nos acompaña: sueños, deseos, fantasías y hechos materiales.
Hoy culpamos al capitalismo, una etapa que se está superando en la historia de la humanidad, pero a ese capitalismo lo han construido los hombres y mujeres porque, a cada tiempo, su necesidad.
Equivocamos al seguir insistiendo en los modelos anticuados de producción porque se ha superado en su propio ciclo evolutivo, donde la naturaleza madre y maestra, nos muestra que todo tiene un principio, un desarrollo y un final.
Está en la naturaleza del hombre, el cual es un fractal matemático del universo. Galileo Galilei, cuando le mostraban su gran sabiduría, él decía que lo más difícil es conocerse a uno mismo, que ese era el verdadero conocimiento.
Otra perspectiva
El hombre y mujer actual saben desde su “fondo genético” que la gran mirada es “interior”, que evoca que nosotros NO somos los reyes, sino que la naturaleza es la que nos construyó y si la destruimos, perderemos la hermosa oportunidad que nos dio; y recordar a García Márquez que decía, que sólo hablarán las cucarachas, como único legado de nuestro miedo a vivir.
No podemos continuar y culpar el afuera, poniendo las causas en nuestro exterior humano. Somos responsables de este presente social que aniquila al planeta, y éste como un pichichu que lo molestan asiduamente, comenzará a sacudirse en buena forma.
No hay, ni debe haber teorías apocalípticas, vivir la vida no necesita de grandes teorías, sino comprender que somos integrantes de un planeta que nos alimenta desde la tierra como ser viviente y que el fin del mundo es una mala intencionalidad que conviene, siempre, a los poderes de turno.
Debemos hablar de transformaciones. Algo muere para que algo nazca. ¡Es la naturaleza, estúpido!, diría un simple observador compenetrado con la vida, a aquel que tiene temor a la existencia y busca “pretextar con teorías”, que son buenas, pero que no pueden ser usadas para tratar de tapar el miedo a la vida.
El universo en su continuo “caos ordenado” seguirá su devenir. Y frente a las innumerables teorías acerca de la existencia de la realidad virtual y/o real, queda la instancia de percibirnos como únicos e integrados a un mundo que necesita de seres humanos que comprendan que el miedo a las preguntas del venir, a dónde ir y del por qué del estar aquí, sean respondidas del único modo que verdaderamente tiene sentido: El viaje hacia nuestro interior humano.
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