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El sagrado oficio de ser mamá


“…Tres montañitas y una ‘a’ y otras tres montañitas y una ‘a’ y ya escribiste MAMÁ…” ¿Quién no aprendió a escribir así una palabra tan importante?...


Por: Silvia Chalup (Docente de Lengua del Ipem 272 “Domingo F Sarmiento”).

Hace unos días que me da vueltas por la cabeza la idea de sentarme a escribir algo para regalarle y hacerla sentir única y especial (como lo es) a mi mamá. Sin embargo, las miles de ocupaciones cotidianas me han hecho dejar para el último la tarea y por ello ahora me encuentro con un inconveniente: al pensarla a Ella no puedo evitar referirme o aludir a rasgos que se encuentran en cualquier mujer que desempeñe ese oficio –El Oficio de ser Mamá- como el título de esa vieja canción. 
  Y es que cada mamá es única pero, a la vez, comparten ciertas características comunes que las distinguen del resto de las mujeres:  toda madre sabe, con sólo mirarte, lo que te pasa y consigue, con una sola mirada también, que queden atrás todos los temores y miedos y te sientas mejor. 
Tiene manos mágicas (¿quién no ha calmado sus dolores con una caricia de ellas?) y corazón de oro, cuerpo de princesa (que se transforma y está en plenitud, como la luna, cuando alberga a un nuevo ser en su vientre) y carácter maleable según la circunstancia y el momento que le toque atravesar. 
Te escucha pero también opina (incluso cuando sus palabras sean las que derrumben todas tus certezas), sabe cocinar, lavar, planchar e incluso abrir la puerta para ir a jugar… en fin, sabe todo lo que un hijo necesita y tiene todas las explicaciones y excusas imaginables para suavizar los golpes de la vida (palabras para explicar encuentros, desencuentros, amores, desamores, ilusiones, decepciones, esperanzas y sueños rotos). 
Posee un sexto sentido que la convierte en adivina, aunque yo diría que es más bien una clarividente, y descubre al instante cuando intentamos faltar a la verdad. 
Cuenta con una fuerza sobrenatural que le permite respirar y seguir adelante, aunque sienta que está muriendo por dentro y que no puede más. 
Es la lucecita que hace brillar nuestros ojos y estar en paz cuando somos pequeños e indefensos, nuestra heroína, una vez que comenzamos la niñez y es el modelo a seguir (aunque muchas reneguemos de ello) cuando llegamos a la adultez… es el espejo que miran los novios cuando quieren adivinar el futuro de las mujeres a las que cortejan en los años jóvenes…
  Acabo de darme cuenta que he escrito bastante y aún no puedo descubrir a este ser en su totalidad y tal vez, el misterio radique en que es algo mágico e imposible de descubrir  en su totalidad. 
Así es que dejaré aquí mi descripción y pasaré la responsabilidad a manos del lector de este escrito: la tarea es  seguir con la lista de señas distintivas de una Mamá…
¡¡¡Ah!!!! me olvidaba lo fundamental: FELIZ DÍA A MI MAMI, esa mujer que sonríe  y se traga las lágrimas cada vez que se percata del nido vacío…
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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