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Editorial: Una confrontación necesaria en la construcción del mañana

Se avecinan internas partidarias, un momento para escuchar propuestas, contrastar ideas, y elegir mejores candidatos.

En la Córdoba de la década pasada, se aplazó, se pospuso, se impidió, o se eliminó la posibilidad de que los partidos políticos discutan democráticamente su conducción interna.
Así, abundan los ejemplos de políticos que continúan arrogándose la conducción partidaria en diversos circuitos sin la legitimidad que debieron otorgarles en internas sus afiliados o adherentes.
Eso contribuyó, al mismo tiempo, a que siga en la senda de la caída la credibilidad de los partidos políticos, principalmente los tradicionales, de modo que el índice de fidelidad se torna en el orden del 12 por ciento.
¿Qué quiere decir esto? Pues bien, que sólo el 12 por ciento de los electores participa de una elección con fidelidad absoluta hacia alguno de los partidos políticos, sin importar la importancia de sus candidatos ni sus propuestas frente a los otros partidos.
Es el votante cautivo: vota a su partido aunque tenga un mal candidato y no tenga propuestas. No es ni bueno ni malo para la democracia, pero es un dato sobre el margen de electores que hay que salir a seducir.
Porque hay un 88 por ciento de electores que, hoy, analiza otras cuestiones antes de emitir su voto. Y ojo que no se quiere señalar que ese 88 por ciento sea de electores calificados ni mucho menos. En esa enorme masa están los que quieren que les compren el voto, los que quieren materiales a cambio del voto, los que se movilizan con un incentivo monetario para, a su vez, movilizar a otros electores, y los que votan reflexivamente, buscando lo mejor para su ciudad, para su familia, para su futuro.
El caso se aplica a Jesús María, a Colonia Caroya, a Sinsacate, al norte cordobés, a toda circunscripción donde se vote. El que crea que tiene voto cautivo se equivoca, pero el que crea que tiene que salir a seducir al electorado tiene alguna chance.
Se viene un tiempo de grandes promesas, de invitación a proyectos faraónicos, de intentos de seducción a través de frases bonitas y argumentos convincentes. Habrá que utilizar gran cantidad de filtros para sacar en común qué es lo que se puede traducir en hechos sobre todo lo que se prometa.
Para ello, es un buen momento para ir a preguntar en el municipio local qué es lo que se está haciendo con el dinero del presupuesto, si ese dinero alcanza para la prestación de todos los servicios que tiene que prestar, y si está en sintonía con la inflación que tiene que absorber y los aumentos de salario que tiene que dar.
Es una buena medida para saber en qué medida podrán cumplir sus promesas los aspirantes a la sucesión municipal. Para que no nos hipotequen las esperanzas, tenemos que saber cómo podrán hacer lo que dicen que piensan hacer.
Hay que desterrar la idea del vecino contribuyente, el que sólo paga sus impuestos y se queja cuando se deja de prestar un servicio, para pasar a la idea del vecino auditor, el que se preocupa por el destino que le dan a los impuestos que él paga, el que sugiere cómo mejorar el rendimiento de esos recursos, el que controla que ese recurso se aplique a obras y servicios fundamentales para su ciudad.
Hace falta una nueva cultura ciudadana, que le otorgue al trabajo y a la capacitación un nuevo sitial, en la construcción de un futuro diferente.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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