Al bombardeo de las encuestas encargadas a consultoras políticas, se suman los sondeos de opinión que adelantan tendencias.
Cada vez hay mayor precisión en el uso de las encuestas como mecanismo para ir midiendo en qué aspectos un candidato debe ir zanjando diferencias para acercarse a los electores. De esto, saben un “fardo” los norteamericanos que manejan el minuto a minuto con una precisión asombrosa.
Generalmente, estos instrumentos miden imagen e intención de voto. Puede ocurrir, por ejemplo, que a un candidato le digan que tiene una alta imagen negativa y eso significa que ese porcentaje de electores no lo votarían por ninguna razón. Puede ocurrir, que a un candidato la gente no lo tenga registrado, que el nivel de conocimiento de la comunidad sobre ese aspirante político sea muy bajo.
Para el primer caso, la imagen negativa, casi no hay remedio. Para el segundo caso, el desconocimiento, sí hay un remedio: salir a la calle y hacerse conocer.
Por estos días, anda girando una encuesta que encargó el ex gobernador José Manuel de la Sota y allí se señala que en el Partido Justicialista de la zona hay candidatos con una alta intención de voto y una alta imagen negativa, candidatos que tienen una baja intención de voto y alta imagen negativa, y candidatos a los que nadie dice conocerlos. Muchos de los aspirantes a la sucesión, ni siquiera fueron medidos en dicha encuesta.
Visto el instrumento de medición, se pueden tomar varias actitudes. Se puede creer ciegamente en la encuesta y obrar en consonancia con sus proyecciones (esto harán, probablemente, los que resulten favorecidos en el test).
Pero también se puede apelar a los artilugios como, por ejemplo, hacer intervenir gente en sondeos de opinión que organicen los medios de comunicación locales y generar la ficción de un resultado adelantado que nadie puede asegurar.
Después de todo, el soberano sigue siendo el elector, el que deposita el voto la jornada de la elección y que le tiene contadas las costillas a sus candidatos.
En tiempos de redes sociales, las buenas y las malas noticias circulan a una velocidad increíble, máxime las que protagonizan los políticos. Y no hay que menospreciar la memoria del elector que no es tan frágil como dicen que es.
Llegado el momento, el elector castigará a quienes han defraudado expectativas y también elegirá entre nuevos candidatos si estos tienen mejores propuestas y un equipo de colaboradores a la altura de las necesidades de la ciudad. Hace falta caminar mucho la calle y no fiarse de las encuestas.
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Editorial: Encuestas, sondeos, intriga
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