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Un día para proteger a la naturaleza


Cada 18 de octubre se celebra el Día de la Protección a la Naturaleza en varios países con el objetivo de crear responsabilidad ambiental y para proteger los espacios naturales que tienen valores singulares de paisaje, fauna, vegetación, o geomorfología.

El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así mientras que por un lado llega a la Luna, por otro mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas.
En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de 200 especies de animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las especies marinas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como por el petróleo involuntariamente derramado.
La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades es bien conocida, aunque muy poco se ha hecho para disimularlo. En cambio, todavía ni siquiera existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro del agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura. Al mismo tiempo, la presión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problema mundial y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo.
Para preservar el ambiente y vivir en armonía con la naturaleza, no hay necesidad de abandonar los avances tecnológicos.
Por otra parte, a pesar de la llamada revolución verde, el Tercer Mundo todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales y la vigencia de una justicia social que todavía está lejos de alcanzar. Para colmo, el desarrollo de la producción de alimentos sustitutivos está frenado por la insuficiencia financiera y las dificultades técnicas.
A este sinnúmero de problemas creados artificialmente se suman la irracional carrera armamentista y el crecimiento explosivo de la humanidad que sin duda necesita de una política demográfica.

Qué hacer
Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres, especialmente en los dirigentes de los países más altamente industrializados; una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige la economía de mercado, y el surgimiento de una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza.
Esa revolución mental implica comprender que el hombre no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general, que la tecnología es una arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y que incluso habrá que renunciar a algunas de la comodidades que nos ha brindado la civilización, que la naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible, que los recursos naturales resultan agotables y por lo tanto deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre.
Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales. Pero al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir a sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos.
No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social.
Fuente: Ciencias Ambientales. Ecología y desarrollo sostenible. Nebel y Wright. Edit. Prentice Hall. 1999.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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